Por Félix Cortés Camarillo.
“En ambas posiciones
me puedo colocar”
Marta Gutiérrez E. Derecha, izquierda.
En el palacio de las Cortes de Madrid, al mediodía de ayer Pedro Sánchez –que es el único jefe de estado que ha sido recibido por el presidente López en México–, fracasó por segunda ocasión en su intento de ganar la elección del Congreso español como jefe de gobierno. Aunque su partido, el PSOE, ganó el voto popular, la Constitución de España establece un régimen parlamentario en el que el Rey solamente puede nombrar presidente del gobierno a quien obtenga mayoría en el Congreso.
Sánchez pudo, de los votos en su Congreso, consiguió sólo 124 frente a los 155 negativos y las 67 abstenciones que fueron decisivas.
Según el PSOE, la alianza de todas las derechas –que como todo, en España son varias– y la negativa de las izquierdas unidas –que también son variopintas– a pactar una alianza para hacer coalición que gobierne, fue la causa de esta nueva crisis que Felipe VII tiene hasta diciembre para conseguir conciliaciones o convocar a elecciones nuevas, las terceras.
De los más destacados legados de la Revolución Francesa, en 1789, entre agosto y septiembre se encuentra la definición de corrientes políticas y el diseño elemental de las ideologías. A la derecha del presidente de las primeras asambleas parisinas se sentaban los monárquicos y a la izquierda los iletrados revolucionarios.
Fue hasta el siglo siguiente, en la llamada Restauración, que quedó muy claro que a la izquierda estaban los progres herederos de Napoleón y Marat, y a la derecha los defensores de la realeza.
Pero eso fue hace tres siglos.
La Europa de nuestro tiempo está envuelta en un desplome de los valores democráticos que inclina no solamente a los gobiernos, pero fundamentalmente a sus poblaciones por ellos gobernadas, hacia política no solamente de derecha sino de derecha extrema.
Boris Johnson acaba de tomar posesión del cargo de primer ministro de la Gan Bretaña, entrando en franca colisión con su propio partido, los derechistas Tories, y con la Unión Europea.
Johnson tiene hasta el 31 de octubre para arreglar ese difícil entuerto. Sobre todo en una Europa que ha cambiado desde los tiempos de la Guerra Fría. El diario español El Mundo me regala este encabezado: “El Triunfo de la extrema derecha: la era neoliberal explota en una ola neofascista”.
La Unión Europea es tolerante ante las intenciones de política social en lo económico, pero advierte claramente al neoliberalismo: la economía es algo demasiado importante como para confiárselo a la gente. La democracia y los derechos humanos, no.
El gobierno de Chipras, en Grecia, tiene que cortar programas a lo AMLO para poder pagarle a los bancos alemanes deuda e intereses. La actitud se extiende las políticas de la mayoría de los países europeos. Suecia misma empieza a reconsiderar su actitud ante los inmigrantes.
Hace unos días, una barcaza se hundió en el Mediterráneo muriendo cien migrantes. El ministro del interior italiano impidió, con su autoridad, que las ONG acudieran al rescate. La alternativa de la ultraderecha en el poder ofrece como solución contener la inmigración y detener a todos los aspirantes a mejor vida para meterlos en campos de concentración como el de Guantánamo en Cuba, o los de Auschwiz o Terezín.
La ultraderecha domina Europa. Notablemente en Italia y Austria, pero también en Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia. En Alemania, la derecha ya tiene el 13 % de los votos. En Suiza gobierna a extrema derecha. En Dinamarca el gobierno no puede gobernar sin el consenso del Partido Popular Danés. En Francia, la racista Marian Le Pen va por la presidencia.
¿Qué nos está pasando?
De manera similar al calentamiento global estamos enfrentando una putrefacción social. Hay un abandono de los valores de la solidaridad humana y de la justicia en la sociedad.
En París, frente a los 44 grados centígrados uno puede medio encuerarse y tomar el sol frente al Trocadero.
La deshumanización no es tan fácil de tratar. Ni yendo a un lado al otro.