“Amo a la humanidad, pero, para sorpresa mía, cuanto más quiero a la
humanidad en general, menos cariño me inspiran las personas en particular.
Fiodor Dostoievski.
Quisiera que no fuese así, pero la estulticia de muchos de nuestros representantes populares me sigue dejando patidifuso a cada paso.
No me cabe en la cabeza cómo diantres el Congreso de la CDMX se presta como aval y sede para que un par de ¿instituciones? otorguen un doctorado “honoris causa” a un personaje tan cuestionado y cuestionable como la peruana Laura Bozzo, bajo el argumento de que lo hacen “por su defensa de la mujer”.
Si el Claustro Académico Universitario y el Centro Universitario Inglés (vaya usted a saber con qué se comen esas cosas, qué jabón los patrocina o a qué horas salen al pan), buscaban notoriedad al darle ese reconocimiento a la señora, habrá que decirles que se equivocaron absolutamente.
Porque Laura Bozzo no circula, no tiene rating, no la ve nadie, y desde hace tiempo la desocuparon de canales de TV nacionales por la misma razón: no la veía nadie.
Si el Claustro y el Centro Universitario se quieren hacer tontos, muy su problema; el punto está en que el Congreso de la CDMX les dio el aval para otorgar el reconocimiento y les facilitó instalaciones dando legitimidad a una deplorable pantomima.
Documentado hasta el cansancio y con suficientes testimoniales y pruebas de que todos sus programas han sido en Perú, Estados Unidos y aquí, simples montajes de shows prefabricados, no me cabe en la cabeza cómo los diputados de la capital del país se prestan a estos argüendes.
El hecho es un insulto para los habitantes de la CDMX, para quienes con esfuerzo y dedicación ostentan el grado académico de Doctor, y sobre todo para los miles de mujeres que en muchos rincones de México se parten el alma a diario para defender a otras de su género sin apoyo ni recursos, sin buscar notoriedad y, principalmente, sin lucrar con la pobreza y necesidad de las personas.
Culpa tiene quien en ese Congreso haya aceptado que tomasen parte, como culpa tienen también (y tal vez mayor), el resto de los integrantes de esa legislatura al quedarse callados ante tal aberración.
Después de tantos años de la Conquista, en la CDMX los siguen sorprendiendo los extranjeros que les venden “espejitos”.