Por Francisco Tijerina.
“¡Están viendo y no miran!”
Don Baldomero Garza.
El mismísimo día en que nuestras benditas autoridades anuncian con bombo y platillo que pretenden dar continuación a la aberración que hicieron en la calle Fernando García Roel, que divide el viejo y el nuevo estadio del Tecnológico, uniendo la locura de quitar carriles, agrandar banquetas y encima poner un camellón central, la realidad les demuestra la inviabilidad de su proyecto.
La tarde de ayer un camión de reparto se volcó en Gonzalitos, en la parte baja del paso a desnivel de Fleteros, lo que provocó que tuviesen que cerrar la circulación y desviar el tráfico, lo que se tradujo en un caos.
Lo dije hace tiempo: el pésimo diseño del corredor peatonal en García Roel un día nos va a causar un disgusto, porque una vez ahí no hay opciones de salida ágil hacia el oriente del ITESM.
Sí, suena muy bonito y muy sabroso eso de darle a nuestras calles y avenidas una escala humana y darle preferencia a los peatones sobre los vehículos, pero esto sólo debe suceder en sitios en donde sea factible y, perdón, la calle Ricardo Covarrubias no es el caso.
Por lo menos en el tramo inicial, de Junco de la Vega a Playa Las Hadas, tiene apenas un carril de ida y otro de vuelta, porque los otros dos están ocupados con autos estacionados. ¿Van a cancelar los estacionamientos para agrandar las banquetas y poner un camellón?
De Las Hadas a Revolución es otra la historia, la arteria se amplía.
Tengo 34 años de vivir en la zona y en tiempos recientes me ha tocado vivir cómo se colapsa una avenida como Revolución por choques y accidentes. A diario padezco la carga vehicular, y los fines de semana tratar de ir al sur es una odisea. No tenemos muchas opciones, por lo que las vialidades en el eje oriente-poniente son vitales para tratar de desplazarnos a ciertas horas. Alfonso Reyes, en el Contry, está saturada todo el tiempo; hacia la carretera Sendero Sur sólo tiene un sentido, por lo que nos queda Covarrubias y ya la van a reducir. Después José Alvarado, que tiene sus asegunes, y de ahí hasta Chapultepec que es aún peor. ¿Pa’ dónde corro?
Por eso encanija, enmuina y encabrita el que una calle vea limitada su circulación y que en cierto momento la genial idea de un burócrata nos ponga en riesgo en caso de tener que hacer una evacuación o desplazarnos con velocidad por una emergencia.
Los embotellamientos constantes no sólo generan crispación y molestias; también elevan la contaminación ambiental.
Ya lo vieron en Gonzalitos, ya lo han vivido en Revolución, ¿por qué mejor en lugar de ampliar banquetas, reducir carriles y construir camellones no dedican sus esfuerzos en resolver la movilidad primero?