Por Félix Cortés Camarillo.
Esa entidad poderosísima que en México llamamos Morena tiene legítimo registro para participar en las elecciones. Eso y un padrón supuestamente choncho es lo único que tiene de partido político. No tiene ni base ideológica, prontuario programático, estatutos claros, organismos internos y reglas de conducta que encajen en lo que se llama sociedad democrática: esa es la que se rige, al menos en teoría, por el sistema de partidos. Dejé fuera, intencionalmente, la disciplina de partido, porque esa la inventaron los comunistas para doblegar a las disidencias internas e ingenuas.
Morena ha sido desde su incepción una pandilla de políticos variopintos, tránsfugas de donde no les dieron hueso y chambistas profesionales de ocasión. Ambiciosos y desleales. Respondiendo solamente al pastor del rebaño, único e indiscutido.
Tengo la impresión, al menos por lo que es púbico, que cuatro de los más importantes ases de la baraja de Andrés Manuel López Obrador son Ricardo Monreal, Martí Batres, Jeidickol Polevnsky y Claudia Scheinbaum.
El choque en el Senado, protagonizado por Monreal y Batres pone a Andrés Manuel por primera -no última- ocasión, en decisión de albur de amores, escoger un as. Por jugar con tus antojos, escribió el letrista de Luis Alcaraz en As de Corazones Rojos, me tocó la perder.
El espectáculo protagonizado ayer por Batres y Monreal, expertos en estas lides, sólo ratifica lo dicho arriba: Morena no es un partido político, que tanto necesita este país.
Me temo que no los va a encontrar.
PILÓN.- Los organizadores de la ya celebérrima marcha a la vez vandálica y feminista del viernes pasado en la Ciudad de México, emitieron -dicen- una disposición de que en dicha marcha no debían participar varones, ni siquiera como reporteros cubriendo la noticia, como el compañero de ADN 40 que se llevó tremendo y traicionero sopapo cuando. Esa instrucción, de ser cierta, es como el club de Toby, pero al revés.
Difícilmente fue verdadera. Primero, porque no hay un signatario definido y claro de la convocatoria a estos actos que con una causa noble -la protesta por la violación y muerte de mujeres- devinieron sospechosos actos de provocación. Ciertamente, la conducta de algunas de las manifestantes, con la pinta y la destrucción como instrumentos de protesta, solamente puede ser justificada por las inanes voceras que se autonombraron para decir ante las cámaras de televisión que al fin y al cabo el monumento a la Independencia se puede lavar, pero la sangre derramada de las muertas no.
Chido, ¿verdad?
Cualquiera que tenga una pizca de cerebro y un gramo de sospechosismo tiene que pensar que estos hechos -y los que sin duda les seguirán- no tienen ninguna causa en pro de las mujeres. Se trata de hechos políticos, financiados, planificados y ejecutados, con objetivos políticos muy claros.
Se está provocando, para que la autoridad de la capital del país acuda a la fuerza pública, a la que tiene derecho, y ponga a estos pillines en su lugar, que debe ser al menos por un rato la cárcel.Por suerte, o más bien dicho por órdenes de su jefe, Claudia Scheinbaum ha aguantado la vara que le ordenan.
Casos como este vamos. Seguir viendo pronto; es una caladita al compromiso de “no somos iguales” para que no caiga en los excesos a que la represión, cualquier represión, invita.