Por Francisco Tijerina.
“-La ilusión no se come -dijo ella.
-No se come, pero alimenta -replicó el coronel”.
Gabriel García Márquez.
Emilio padece una enfermedad que todos en el mundo hemos tenido: juventud y con ella vienen cargadas muchísimas ilusiones.
Él estudia y trabaja para ayudarse como mesero con un sueldo mínimo de base más las propinas que logre obtener.
Pues resulta que un buen día Emilio acudió a comprar algo a una sucursal de las mueblerías Famsa en Monterrey y charlando con un vendedor éste lo convenció de inscribirse en un grupo de autofinanciamiento para hacerse de un coche nuevecito y de la agencia.
“No te preocupes, tú vas pagando y si en seis meses no resultas adjudicado en el sorteo mensual, se te entrega directo el auto y lo sigues pagando”, le dijo el promotor.
“Es que no percibo más que un sueldo base de tres mil pesos y las propinas”, le dijo el chamaco y el vendedor respondió: “Pero con las propinas si alcanzas a reunir los poco más de cuatro mil 700 pesos al mes que cuesta el coche que quieres”.
Y Emilio aceptó. Pero no leyó las letras chiquitas.
Y así, con esfuerzo y sacrificio, fue pagando puntual durante seis meses y como casi siempre sucede, no resultó agraciado en el sorteo, por lo que acudió con el vendedor a solicitar la adjudicación directa, tal y como se lo habían ofrecido.
“Sí como no, -le dijeron- pero para el coche que deseas el monto mensual tiene que incrementarse, además de que requerimos de la firma de un aval e ingresos comprobables por 11 mil pesos mensuales”.
“¡Pero soy mesero y gano menos de la mitad!, ¿cómo los quieren comprobables?” respondió el muchacho.
“Esas son las condiciones que vienen en el contrato que usted firmó”, le dijeron.
Y como no hay forma de que Emilio pueda cumplir con los nuevos requisitos que jamás le informaron al inicio de la negociación, decidió que era preferible cancelar la operación.
Pero resulta que en la cancelación está “el truco”.
De los más de 35 mil pesos que entregó por su crédito “Auto Gran Crédito Famsa”, resulta que la mueblería-banco se queda con el pago inicial, unos dos mil pesos, más DOS MENSUALIDADES COMPLETITAS por “penalización”, o sea casi nueve mil 500 pesos, más gastos administrativos, seguro de vida e IVA, de manera que le restaron la mitad del dinero que aportó en esos seis meses.
Lo criticable aquí es la voracidad y el aprovechamiento por parte de un vendedor y una empresa de las ilusiones de un muchacho que no buscaba otra cosa que adquirir un auto con su trabajo y esfuerzo y que al final acabará sin el coche y con la mitad del dinero perdido en una aventura que debió evitarse si al inicio le hubiesen informado con precisión lo que ocurriría después.
¿Lícito? Sí, pero moralmente indebido por constituir un abuso al aprovecharse de la ingenuidad de un chamaquito y por cobrar sanciones por cancelación que la autoridad debería revisar.