Por José Jaime Ruiz.
La 4T acabó con la comentocracia. Los únicos sobrevivientes, al menos en los pagos que no son de los medios en donde publican sino los externos, son los articulistas financieros. Los comentaristas políticos están en extinción porque las filtraciones son cada vez menores y su financiamiento ya no proviene del Gobierno federal, acaso de gobiernos estatales, pero también es cada vez menor.
Las redes sociales trabajan en contra de la comentocracia, pero su duelo no significa que haya cambiado sustancialmente la educación de los mexicanos. Ya hace tiempo Carlos Monsiváis advertía que la verdadera Secretaría de Educación era la televisión pública mexicana. Poco ha cambiado, a pesar de las mañaneras. El público mexicano sigue nutriéndose de la televisión abierta, aunque las redes sociales suplirán en los próximos años esta forma de desinformar.
La comentocracia está en declive, como en declive están los medios de comunicación tradicionales. Los medios nuevos, digitales, tienen que encontrar una nueva forma de financiamiento o, también, irremediablemente morirán. Los medios han sido copartícipes de la corrupción en México, por coalición y prebendas. Eran uno y lo mismo con el poder político y el poder económico.
La comentocracia nunca pesó en el ánimo ciudadano, sólo en los círculos de elite. Se le sobredimensionó. Ahora los dueños de los medios están evaluando esa sobredimensión que hizo ricos a muchos articulistas, pero no ayudó a sobrepasar, hasta el momento, a la 4T. La comentocracia perdió su gracia. Ya era hora.