Por José Jaime Ruiz.
“El adjetivo, cuando no da vida, mata”, escribió en su “Arte Poética” Vicente Huidobro. Eso le pasó al director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones en México (what?), Pedro Salmerón Sanginés. Todo secuestro o intento de secuestro, porque atenta contra la libertad, es ruin. Ninguna causa lo justifica. Calificar de “valientes jóvenes” a los guerrilleros que quisieron plagiar al empresario regio, Eugenio Garza Sada, es una apología de la violencia, por tanto, es inadmisible –sea uno de derecha o de izquierda. Es inadmisible.
En su acepción clásica, “valiente” es el que no tiene miedo y quienes participaron, no en la muerte, en el asesinato de Garza Sada, sí tenían miedo. Como escritor en redes sociales, Salmerón es un fiasco; como historiador, un fraude. Como bien documentó Jorge Fernández Menéndez en su libro Nadie supo nada, el crimen de Eugenio fue un crimen de Estado (en Monterrey sólo se usa el “Don” para dos personajes, uno político y otro empresarial: Don Eugenio y Don Alfonso (Martínez Domínguez).
Uno de los implicados, Héctor Escamilla Lira, lo expone así en El Barrio Antiguo: “Para muchos, el asesinato de Eugenio Garza Sada fue un error planeado desde el gobierno para acabar con nosotros” (La Liga Comunista 23 de Septiembre).
Salmerón se presume valiente pero, como burócrata de la 4T, acaba siendo un “cobarde”: esconde el rabo entre las patas. Se necesita tener una enorme cobardía para quitar un adjetivo, aunque quiera justificar su censura: “el adjetivo se ajusta con precisión a jóvenes que vieron cerradas todas las vías pacíficas de transformación, que habían visto asesinados a mansalva a sus compañeros y que decidieron enfrentar al poder del Estado en condiciones desventajosas. No pensaban matar a don Eugenio”.
Concedamos que no lo quisieran matar, pero lo pensaban secuestrar, lo cual es ruin y cobarde. “…jóvenes que vieron cerradas todas las vías pacíficas de transformación”. Ajá. ¿Cuántos participaron en la guerrilla? Ahora abuelos, la generación de jóvenes de los setentas, ¿optó masivamente por la violencia?
Andrés Manuel López Obrador tendría en 1973, cuando ocurrió el asesinato de Eugenio, unos 20 años. ¿Vio cerradas las vías pacíficas de transformación? No. Tan es así que ahora es presidente constitucional de nuestra república, y tan es así que el cobarde Salmerón ahora dirige algo tan absurdo como el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones en México. Ese Salmerón, fuchi, guácala.