Por Eloy Garza González.
La persona non grata es un término usado en la diplomacia. No existe en el vocabulario de la administración pública ni en el poder legislativo, para referirse a un connacional por expresar tal o cual idea. Mientras respete la ley, cualquier mexicano puede pensar y soltar de su ronco pecho lo que se le antoje. Ni modo. La democracia así es.
En la diplomacia, calificar a un extranjero como persona non grata (un miembro del servicio diplomático o encargado de negocios de otro país), va de la mano con graves acusaciones de espionaje o conspiraciones de alto nivel. Dicha calificación suele ser la antesala de una guerra entre naciones.
Pero vivimos en la era de la frivolidad. A muchos legisladores mexicanos (siempre tan ignorantes y rupestres), le encanta sacar de contexto términos rimbombantes, para endilgárselos a tal o cual opositor. Yo mismo, Eloy Garza, que no soy más que un periodista, en múltiples ocasiones no coincido con lo que opina alguna figura pública como lo es Pedro Salmerón. Las suyas me resultan simplemente mamarrachadas. Sin embargo, mis enfrentamientos no se saldrán nunca del terreno del debate. Usar un cargo público para tildar a un enemigo de persona non grata es arañar los umbrales del autoritarismo, aunque sea sólo verbalmente.
A muchos nuevoleoneses les podrá caer gordo Salmerón (me incluyo). Pero jamás consintamos que el Poder Legislativo local declare persona non grata a nadie, sólo porque este expresa sus ideas. Sin juicio legal de por medio, ni sentencia de ningún juez, acusar así a Salmerón pone en riesgo nuestra libertad de expresión y de libre tránsito. Así que mejor debatamos sin censuras y sin valernos más que de la fuerza de los argumentos no del peso de la autoridad. O atengámonos a que los diputados del Congreso local sigan haciendo el ridículo. Día a día. Incansablemente. Ya se les hizo costumbre.