Por Félix Cortés Camarillo.
El origen del Estado y su razón de ser
estriba en el hecho de que trabaja a favor de las minorías
y en contra de las minorías.
El asta bandera del zócalo capitalino ayer no tuvo, en memoria de los 44 muertos del dos de octubre de 1968, la bandera a media asta. Tampoco la levantó a todo lo alto como expresión de un estado firme y orgulloso. Simplemente no estuvo.
Yo me siento más o menos igual en la indecisión. No sé si sentirme feliz porque la manifestación conmemorativa del importante episodio histórico no produjo más que tres detenidos, un par de heridos leves y una frustración nacional rampante. O si, tal vez por lo mismo, deba estar avergonzado de un gobierno que, aunque no elegí, tengo que acatar.
Pero, vayamos por partes.
Con todo respeto, para estar a tono con el presidente López, él tiene razón cuando dice que es equivocado llamar anarquistas a los patanes provocadores que se meten a las manifestaciones de la Ciudad de México para provocar con pintas, agresiones, ruptura de vidrios y golpes, a que la autoridad los reprima casi igual que hace 51 años.
En donde sí la riega el Presidente es cuando pone a Ricardo Flores Magón como ejemplo de un anarquista, que –según el Presidente– nunca hubiera andado encapuchado por la calle de cinco de mayo rompiendo vidrieras. Lo cual es cierto, pero no es trascendente.
Él un día colgó con sus manitas la manta que decía “ha muerto la democracia”, en los balcones del Hijo del Ahuizote, ciertamente se sintió atraído por la doctrina del rico burgués gentilhombre ruso Mijail Alexandrovich Bakunin y del francés Pierre-Joseph Proudhone, iniciadores de la doctrina que se conoce como anarquismo y se traduce como la desaparición del Estado y de sus organismos e instituciones representativas, defendiendo la libertad del hombre por encima de cualquier autoridad.
Al mismo tiempo, Flores Magón, precursor de la Revolución Mexicana, entró en contacto con el pensamiento del príncipe Piotr Alexandrovich Kropotkin, que jaló la idea del anarquismo a la del anarcocomunismo: desaparición del estado para sustituirlo por una especie de una gran cooperativa mundial. Desde los Estados Unidos, Ricardo Flores Magón intentó una guerra separatista para hacer de la baja California un país independiente y anarcocomunista en Tijuana y Mexicali.
Para mayor información, Flores Magón vivió desde 1904 hasta 1922 en que murió, en prisiones de los Estados Unidos. Desde ahí fundó el Partido Liberal Mexicano y condujo su lucha.
Pero ese no era el tema.
El tema es que nos estamos inventando celebraciones porque no tenemos identidad firme. Los Niños Héroes, los normalistas de Ayotzinapa, Benito Juárez tocando la flauta de carrizo, sin saber español, en una balsa en Oaxaca, los valientes no asesinan, los muertos de Tlatelolco y todas esas paparruchadas.
Todo se viene abajo cuando una manada de vándalos toma las calles de la ciudad de México para pintarrajearla a sus anchas, y la autoridad –local y federal–contempla desde sus balcones de los bellos palacios que ocupan.
Parecería que los anarquistas realmente no lo son. O sea que no buscan la desaparición de La Autoridad, sino de esta autoridad.
Con la complicidad de ella.