Por Félix Cortés Camarillo.
“Con tu carita pintada,
con tu carita pintada
y tu corazón herido…”
Amor de la Calle, Fernando Z. Maldonado.
El aeropuerto de Barcelona, segundo más importante de España, estaba todavía cerrado por manifestantes en los momentos que escribo estas líneas. Se trató de una protesta de los separatistas vascos que llevó su tema a los principales medios de comunicación de la Unión Europea. Al mismo tiempo causó un golpe bajo a los ingresos de España por el turismo, al que no le son gratas estas expresiones de la democracia. El poder judicial, en Madrid, había reiniciado la persecución policíaca de los dirigentes separatistas vascos, encabezados por Carles Puidgemont, quienes se encuentran repartidos en el exilio de Suiza, Bélgica o Países Bajos. Más importante que eso, les despoja del fuero, porque de ser extraditados por los países que les alojan ahora, pisarían irremediablemente bote.
Me queda claro que la calle es donde nacen y se incuban los movimientos sociales que cambian al mundo. Los que salieron a la calle al cañonazo del barco Aurora, en San Petersburgo, y los que pedían pan antes de tomar La Bastilla y comenzar la Revolución Francesa, no estaban al tanto de que marcaban momentos históricos. Dicen que María Antonieta comentó: que les den pasteles.
Todo aquel versado en cuestiones de operaciones sabe que en cualquier movimiento militar o político los puntos a inmovilizar y dominar en primera instancia son los aeropuertos y los medios de comunicación electrónica. En ambos casos, las acciones tienen repercusiones más amplias que los propios hechos. En el segundo caso es obvio. En el primero, la difusión internacional de sus causas les beneficia. Creen ellos.
Yo no sé hasta qué punto los taxistas manipulados de la ciudad de México, que el otro día paralizaron la capital e hicieron un calvario lo que para algunos había sido un viaje de vacaciones y para otros uno de negocios su llegada al asiento de su avión. Muchas madres impolutas fueron recordadas ese día. Tengo alguna idea de las simpatías que levantan los maestros “disidentes” que con un puñado de simpatizantes cierran calles y carreteras, ni la simpatía que hayan cosechado los normalistas que secuestraron 92 autobuses con todo y choferes.
Bueno, en eso de las simpatías de los normalistas si estoy cierto: lograron precisamente que les pusieran alfombra roja a sus dirigentes para ser recibidos en la Secretaría de Gobernación por un subsecretario y funcionarios de Educación para concederles todo lo que pedían: plazas de maestro garantizadas para todos sus egresados.
El mensaje es muy claro y ya lo dijo antes de ser asesinado en Cuernavaca, con su esposa, Fernando Z. Maldonado: si tenemos el corazón herido hay que salir gritando por la calle que no me quieren, o hay que pintarse la carita y volvernos putas.
Queda la opción del terrorismo urbano.