Por Eloy Garza González.
Leo entre lágrimas “La peor parte: memorias de amor” (2019), de Fernando Savater. Su amada esposa, Sara Torres Marrero, mejor conocida como Pelo Cohete, ha muerto recientemente y Savater, el gran filósofo, el notable pensador vasco, no puede resignarse.
En las páginas de este libro tristísimo, el autor se estruja, se retuerce, llora día y noche por “la peor parte” de su vida, que al mismo tempo ha sido la mejor. Y uno entiende ese dolor tan profundo, que se rebela entre espasmos a los típicos consejos bienintencionados de los amigos: “tienes que superar la pérdida”, “búscate otra pareja”, “si sigues así vas a enfermar”, “a mí me pasó lo mismo y mírame, tan repuesto”, “dale tiempo al tiempo”.
Pues no. Savater responde con un rechazo bien argumentado a tanto sermón ligero. Yo mismo lo interpreto y lo adecuo a mi duelo personal, que también fue muy doloroso: si le pongo tierra a la memoria de mi pareja, a fin de aliviar mis penas, la condeno a olvidarla. Y yo no quiero olvidarla. Quiero recordarla intensamente, sin descanso, mientras yo siga aquí, aunque me vaya la vida en ello.
El libro de Savater (el último que publicará por decisión propia), no es un manual de autoayuda, no ofrece consuelos físicos o metafísicos. Es una confesión sin falsos pudores, una declaración de fragilidad emocional y de humanismo. Es también (y eso me parece lo más importante), un testimonio de amor poderoso, de amor del bueno.