Por Carlos Chavarría.
Qué fácil resulta desestabilizar a todo un país y hasta un continente entero como América Latina. No tiene importancia la verdad o la historia, como tampoco importan los avances o retrocesos.
De pronto todo un continente despertó de lo que creía un sueño y las conciencias, izquierdas, derechas y de toda geometría, de manera espontánea se organizan para reclamar que todo vuelva a la “normalidad” del pasado más cómodo que se les ocurra.
Basta con que un país poderoso vea en algún país latinoamericano alguna ventaja geoestratégica para sus propósitos y entonces empieza la erupción repentina de fervores patrióticos y justicieros.
Nada más con importar o inventar un grupo de agitadores, de izquierda o derecha con tal que sean conservadores o antagónicos al régimen, ponerlos en alguna oscura nómina y darles una bandera de lucha, un lema, un tema que prenda para formar una masa crítica de algunos cientos o miles de inconformes dispuestos a manifestarse como sea. Agregándole un régimen y un partido que sepan torear al pueblo con promesas de fácil e inexistente prosperidad y ya está la receta.
Para que nos engañamos, América Latina es presa en estos momentos como lo fue en la época de la Guerra Fría de las tensiones entre los países que forman el Grupo de los 8. Nuestro continente siempre será un pastel muy apetecible por sus recursos.
El petróleo de Venezuela, el litio de Bolivia, el cobre de Chile, la bauxita de Cuba, los nuevos yacimientos de petróleo de Guyana, y así continúan las posibilidades desperdiciadas por nuestras naciones ante el juego de los poderosos del mundo.
La táctica es la misma que en el Oriente Medio. Crear conflictos que debiliten a las naciones y a la región entera, luego los poderosos, según convenga en cada momento, le dan su apoyo a todos los bandos involucrados, claro que a través de convenios para explotar a cada país, como es en este momento con Rusia y China con Venezuela.
Bien poco avanza al Siglo XXI y ya se nos olvidó que venimos del pasado reciente que fue de dictaduras, y ya queremos revivir a pastores y ovejas echando atrás lo poco de avance y que tanto ha costado.
Mientras tanto estamos enfrascados de nuevo en viejas y gastadas reivindicaciones pseudo colonialistas dirigidas por los mismos burócratas que nos impidieron resolverlas.
La OEA, un títere sin voluntad o consensos apropiados, la que se supone debería velar por los intereses de todos los países de este continente en vez de ser el centro de la diplomacia más digna y veraz, se convierte en juez y parte de los conflictos locales, debiendo desnudar la intervención tan descarada de las grandes potencias y llamar a la unidad, al contrario, se doblega ante ellas.
Mientras las economías de la región se debilitan debido a sus conflictos e incertidumbre se profundiza la crisis económica y las dependencias financieras son las únicas que seguro ganarán.
México, país que padece su muy singular circunstancia va y se mete de frente en conflictos que en nada servirán para resolver nuestros problemas esperando el aplauso de países que nada más son hermanos por el lenguaje y la misma historia de corrupción y errores de orientación la economía política.