Por Eloy Garza González.
Está por terminarse 2019 y uno comienza a levantar censo y calcular balances de lo leído este año que expira. De todos los libros publicados en los pasados once meses (excluyo lecturas de clásicos, tratados políticos y viejas glorias inglesas que son mis preferidos), considero que son dos los que mejor tocaron mis fibras sensibles y renovaron mi voluntad de extraer perlas del mar editorial.
Uno de ellos se titula “El colgajo” y su autor es el crítico de literatura y periodista francés, Philippe Lançon, sobreviviente del atentado musulmán contra la revista satírica “Charlie Hebdo”, en París. La mezcla de ambiente cultural parisino y el salvajismo más aberrante, me parece, en una palabra, magistral. Todo un testimonio de actos extremos de crueldad (de los que en México vivimos a diario) y que Lançon pretende racionalizar para seguir siendo humano.
El otro libro es un hermoso tratado sobre el dolor de la pérdida. Un profesor de filosofía, viejo amigo nuestro, retrata literariamente a su esposa muerta hace un par de años. En su prosa hiriente, que cala hondo y pincha hueso, el sabio viudo filtra confesiones inesperadas (como que es bisexual y su esposa fue militante de ETA y se provocó un aborto) anécdotas picantes y muy divertidas, además de pruebas fehacientes de que la filosofía es inútil para consolar afligidos.
El libro se titula “La peor parte: memorias de amor”, y en efecto, el autor es Fernando Savater, maestro de vida para muchos de nosotros, que hoy se encuentra postrado por la depresión, convencido de que no volverá a levantar cabeza. Y yo pienso por el contrario que sí, que Fernando superará tarde o temprano su desgracia porque, para empezar, ha sacado fuerzas de quién sabe dónde para escribir este libro que son palabras mayores. ¡Y vaya que Savater es un prodigioso artífice de obras poderosas! Pero en esta (él asegura será la última que escribirá en su vida), saca la casta como lo que es: uno de los grandes del pensamiento contemporáneo.