Por Francisco Tijerina Elguezabal
“La única verdad es la realidad” // Aristóteles
Las declaraciones, buenas intenciones, promesas y todo cuanto dicen acerca de los avances en materia de seguridad, terminan por estrellarse ante ese muro infranqueable que es la realidad.
Desde hace varios años transitar por las carreteras que van a la frontera con los Estados Unidos se ha vuelto un verdadero albur por la presencia de bandas criminales que sin temor a la autoridad imponen su ley cobrando “derecho de paso” incluso dentro de ciudades.
Hace un par de días una familia de paisanos que volvían a los Estados Unidos fue rafagueada por un grupo de delincuentes al no detenerse en un retén ilegal en Ciudad Mier, Tamaulipas. Un menor de 13 años resultó muerto y tres de sus familiares heridos.
Y como siempre tras la tragedia, llovieron declaraciones de redoblar los esfuerzos y hacer más fuerte la coordinación entre cuerpos de seguridad de todos los niveles. Son tan burdas y falsas las promesas de la autoridad que de seguro los delincuentes deben estar muertos, pero de risa.
A cualquier hora y en cualquier sitio, cada vez que se les pone a los malandros instalar un retén, así sea dentro de las ciudades o a mitad de carretera, lo hacen sin temor alguno a ser ya no detenidos, sino cuestionados por la autoridad que simplemente “hace como que la virgen le habla”.
Pero cuando suceden hechos como el de Mier, viene el repartidero de culpas, el aventar la pelota, el deslindarse, continuando con ese muro infranqueable que es la realidad, esa realidad que no es otra que de verdad no pueden resolver un problema que lleva años y que tampoco tiene trazas de arreglarse pronto.