Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Antes de casarme tenía seis teorías sobre el modo de educar a los niños. Ahora tengo seis hijos y ninguna teoría.” // John Wilmot
Me parece interesante la
iniciativa presentada por las diputadas de Nuevo León Alejandra Lara y Marlene
Benvenutti para que se prohíba que los padres o tutores ejerzan castigos
humillantes y corporales que dañen la integridad de los menores de edad, como un
manazo, coscorrón o nalgada.
Sin embargo no puedo dejar de pensar en la forma en que han cambiado los
tiempos y las maneras de educar a los hijos.
Sobre todo porque a pesar de lo que digan, las generaciones anteriores, esas
que fueron criadas con nalgadas, chanclazos y cinturonazos, eran millones de
veces menos violentas que las actuales.
Es verdad, no todo tiempo pasado fue mejor, pero visto el escenario desde una
óptica macro, lo cierto es que nos formaron con disciplina y valores, con respeto
a los mayores y a las instituciones, con dureza, sí, pero también con un
inmenso amor.
Recibí muchas nalgadas y aún recuerdo un bofetón que me dio mi padre por
faltarle el respeto a mamá respondiendo una tontería a su cuestionamiento;
aprendí que era mi padre, pero también la pareja de mi mamá que estaba ahí para
defenderla.
Nos enseñaron a comportarnos y a convivir en sociedad, a respetar a los
mayores, a cuidar de las cosas, a darles su exacto valor, a ahorrar, a que con
trabajo y esfuerzo se consigue labrar un futuro, pero también a disfrutar de la
vida, de los amigos, de la familia.
Siempre he dicho que no existe un manual para educar a los hijos y todos lo
hacemos en función de las formas y maneras en que nos criaron a nosotros.
Repetí la historia, también di nalgadas, repartí regaños y hablé con dureza,
pero hoy puedo decir que cuento con dos extraordinarios hijos, excelentes
profesionales y mejores amigos a los que respeto, cuido y amo.
No puedo ir de acuerdo con los abusos y los excesos como el del imbécil
padrastro que mató de un golpe a un niño, pero tampoco creo que sea lo correcto
el andar generalizando y mucho menos estableciendo pautas férreas en la forma
en que se lleva la formación de los hijos.
Que se castigue un abuso, un exceso, pero no criminalicemos una nalgada que
dada a tiempo puede marcar una enorme diferencia entre una persona de bien y
una que ande el camino errado.
Para esto no hay manual ni receta preconcebida, todos los hijos son distintos y
a todos hay que darles el mejor de los tratos, pensando siempre en formarlos
para el futuro.
ftijerin@rtvnews.com