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Por Félix Cortés Camarillo

Todos hemos advertido el tono chicloso, apelmazado, en el que va hilando sus frases en su discurso improvisado el presidente López; no es, como algunos han insinuado, consecuencia de alguna deficiencia nacida en la dislexia, Dios nos libre: prácticamente ese serio mal tiene alivio, pero no cura. Lo que le pasa al presidente López es que en el armado de las frases que improvisa, necesita ir seleccionando las palabras para no caer en un bache conceptual. Esto último le sucede cuando abandona el ritmo pausado y trata de disparar como los vaqueros de las películas del viejo Hollywood, directo desde la cadera, sin siquiera desenfundar.

            Ayer por la mañana lo hizo. Ante la repregunta de Denise Dresser que le decía si empeñaba su palabra en que no alentaría en el Congreso, que él domina, la aprobación de la preparada legislatura que da marcha atrás a las conquistas en el campo de la libertad de expresión y que, por ejemplo, vuelven a instaurar la difamación como un delito, el presidente López dijo de inmediato “sí”.

            Denise le tomó la palabra. Así lo hago yo y debemos hacerlo todos los mexicanos. El presidente López se comprometió públicamente a respetar la libertad de expresión, cosa que hasta el día de hoy ha hecho,  y a no modificar, con diputados y senadores a su modo las leyes que nos garantizan el derecho a disentir y a decirlo así.

            El asunto fue llevado al show de las mañanas del presidente López por la señora Dresser a partir de la decisión de Francisco Huber Olea, del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, que condenó al editorialista del grupo Reforma Sergio Aguayo a pagar diez millones de pesos al ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira por un supuesto daño moral.

            El daño moral se infiere porque en enero de 2016 en una columna firmada por Aguayo se afirma que “Moreira es un político que desprende el hedor corrupto; que en el mejor de los escenarios fue omiso ante terribles violaciones a los derechos humanos cometidos en Coahuila y que, finalmente, es un abanderado de la renombrada corrupción mexicana”. ¿Eso vale una reparación de daño moral por diez millones de pesos?

            Cuando Jean Paul Huber Olea, el hermano del juez que la emite, recibió de regalo una notaría pública de manos del gobernador Rubén Moreira, casualmente sucesor/heredero del trono en la gubernatura de Coahuila, sí.

            Toda esta historia “es como las de antes”, por citar al presidente López. Efectivamente, así se hacían las cosas antes.

            Ahora ya no es así; ahora tenemos la palabra presidencial, disparada desde la cadera: no se tolerarán esas persecuciones en contra de quienes disentimos de los hombres y mujeres que mal ejercen el poder. Como dicen los veracruzanos en celebre estribillo: ya lo dijo el Santo Papa y lo dijo a voz en cuello. Ahora falta ver cuáles son las reformas que el Poder Ejecutivo, en la persona del fiscal Alejandro Gertz Manero da a conocer este sábado para modificar el sistema de administración de la justicia, para presentarlas a un Congreso dócil que va a aprobar lo que haya sido ordenado en Palacio Nacional.

            El presidente López suele citar a Shakespeare cuando recuerda que “es mejor ser Rey de tus silencios que esclavo de tus palabras”. Esto es de Otelo, y quiere decir que hay veces en que es mejor quedarse como las flores y las azucenas, en silencio.

            Porque si no hace honor a la palabra empeñada ayer por la mañana en público, se lo vamos a reclamar.

            Mientras nos lo permita.

PARA LA MAÑANERA.-  Con todo respeto, Señor Presidente: ¿Cómo le va a hacer Alfonso Romo con su nuevo gabinete para impulsar la inversión ajena si el gobierno no suelta la propia en obra pública?

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: Félix Cortés Camarillo
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