Por Félix Cortés Camarillo
Desde luego que la noche de los Oscares de ayer no fue la mejor para el presidente Trump, pese a que dedicó la semana entera a estruendosas expresiones de júbilo por haber logrado que sus correligionarios republicanos en el Senado evitaran el juicio político que se veía imposible, y que eventualmente hubiese llevado a su destitución. El gremio artístico de Hollywood, como el gremio intelectual de todo su país no sienten precisamente simpatía por el atorrante, sexista, racista presidente de los Estados Unidos; su sólida base de votantes son las grandes mayorías de clase media y baja, trabajadores de una industria que ha logrado convencer que la amenaza externa –de México, Centroamerica, China, cualquier lado- está amenazando sus trabajos, la fortaleza de su país y la supremacía americana, entendida ella como la de los estadounidenses.
Si a esto agregamos el fracaso de organización del partido demócrata en el Caucus de Iowa, una especie de ensayo de un crimen electoral para determinar preferencias hacia sus candidatos a la presidencia. Pocas veces el partido demócrata se perfila tan debilitado a una elección presidencial. Los resultados de Iowa son patéticos: las preferencias electorales se inclinan hacia Pete Buttigieg, un joven alcalde de su pueblo que hace cinco años salió del clóset de las preferencias sexuales y se casó discretamente con su novio, que adoptó el uso de su apellido. El segundo sitio es para Bernnie Sanders, un proyecto liberal al que los conservadores de los Estados Unidos pueden etiquetar, como lo hacen, de socialista. Las mujeres senadoras Elizabeth Warren y Amy Klobuchar no figuran ni siquiera como prospectos a que mañana martes, en las célebres elecciones primarias de New Hampshire la hagan alguna sombra a los dos punteros: vamos, ni siquiera a Joe Biden.
Muy lejana se perfila la esperanza de los liberales, a pesar del arsenal de dólares de su propia bolsa que paga su campaña. Michael Bloomberg, con más de sesenta mil millones de dólares en su patrimonio, representa la esperanza para los neoyorquinos, de los que fue alcalde, y de los grupos minoritarios que están tomando lentamente fuerza en el terreno político, especialmente por la abulia a la hora del voto por parte de los negros y los hispanos, las dos mayores minorías de la población.
A estas luces, el ganador del Oscar político del próximo noviembre es Donald Trump, con su discurso radicalmente enraizado en los llamados red necks el proletariado y clase media norteamericanos.
El caso no es que la diferencia entre los gobernantes norteamericanos demócratas o republicanos sea mayor o menor. Los dos partidos no son más que una misma versión de la tendencia mercantil de la política de su país, y tanto los presidentes demócratas como republicanos han procurado siempre rendirle buenos resultados a sus votantes. Por eso Donald Trump se alzará con la reelección por cuatro años más, pese a su fanfarronada de Trump 4Ever que ya puso en circulación.
PARA LA MAÑANERA.- Con todo respeto, Señor Presidente: ¿cómo le quedó el ojo después de la regañada que le dio en Amealco de Bonfil, Querétaro, una mujer otomí que participaba en la “limpia” ceremonial, con flores y todo, que tanto le gustan a Usted? Nada más le dijo que no le gane la soberbia. Cosa en la que muchos coincidimos.