Por Francisco Tijerina Elguezabal
“El miedo puede llevar a los hombres a cualquier extremo”
George Bernard Shaw
Recuerdo aún aquel primer censo de población y vivienda que me tocó vivir hace 50 años. El país entero esperaba con ansia la visita de los encuestadores que con grandes folletos impresos en papel revolución y lápiz, llenaban los largos cuestionarios que se aplicaban casa por casa.
He participado en todos y con el paso del tiempo he visto cómo se han implementado otros censos en el país. Creo firmemente en la información como la base para la toma de decisiones y me parecen una herramienta útil para conocer nuestra realidad.
Sin embargo los tiempos y las circunstancias han cambiado.
Gracias a los avances tecnológicos he sido testigo (y en ocasiones víctima) del mal manejo de la información que de buena fe proporcionamos a entidades gubernamentales o empresas. Con mucha información personal y de mi familia me han intentado vender cualquier cantidad de cosas y también me han querido extorsionar telefónicamente.
Las nuevas herramientas permiten “clonar” vehículos, uniformes y credenciales. Hemos sido testigos en fechas recientes cómo ladrones se disfrazan de prestadores de un servicio para conseguir que les abran las puertas de casas y después asaltar y golpear a sus víctimas.
Hombre, si clonan patrullas y uniformes de policías y soldados, que no lo puedan hacer con cualquier otro, incluidos los del INEGI.
No es nuevo. Desde hace años y por sistema muchos nos negamos a proporcionar cualquier información vía telefónica porque no tenemos certeza de quién está del otro lado de la línea y tampoco sabemos el verdadero fin de sus preguntas.
No han sido pocas las alertas que he visto en redes sociales, lanzadas desde distintos puntos de la República, sobre falsos encuestadores del INEGI, con vehículos, uniformes e identificaciones que llegan a los domicilios y luego los roban o asaltan con lujo de violencia.
Un amigo resultó “agraciado” para que le practicaran en su casa uno de los censos de ocupación y empleo y se quejaba amargamente de que lo visitarían tres veces en el año para hacerle las mismas preguntas. ¿Es que tiene caso eso? ¿Tenemos tanto dinero para estar tirándolo?
Pero más allá del dispendio, en muchos sitios y lugares de México es imposible que los encuestadores puedan entrar a recoger información. Esa es la realidad.
Además de lo anterior, el clima de inseguridad y la desconfianza ciudadana serán un factor clave para que el censo de población y vivienda del 2020 resulte un rotundo fracaso.
El INEGI, que hoy anda buscando desesperadamente encuestadores pagados para completar su plantilla, debería haber anticipado todo lo anterior y buscado mecanismos para resolver esta nueva circunstancia.
Sí, nos ofrecen mecanismos para verificar la identidad de los visitadores, pero, ¿tenemos tiempo para ello?
¿Le abrirá la puerta a un desconocido para responder preguntas tan personales como cuántos son en su casa, es casa propia o renta, cuántos trabajan y demás?
El reto no es la encuesta, sino conseguir la confianza.
ftijerin@rtvnews.com