Por Félix Cortés Camarillo
Para fundamentar su rechazo rotundo a las previsiones que su secretario de Hacienda envió al Congreso, en las que queda claro que la economía de nuestro país perderá hasta casi un cuatro por ciento, el presidente López volvió ayer a su argumento de que no es posible hacer predicciones en una situación inestable como la que estamos viviendo en todos los campos. Sin embargo, aseveró que esta es una crisis transitoria; de acuerdo a su metodología, debemos entender que no podía decir ayer –ni podrá decirlo en su informe de mañana domingo- cuánto va a durar ese duro tránsito. En un pasado no muy remoto, el presidente López pidió tiempo para salir de la crisis que ya comenzaba a perfilarse antes del coronavirus, y pidió un mes para enderezar el barco. Más aún, prometió que para abril o para mayo, a más tardar, estaríamos rumbo al prometido crecimiento del PIB este año, que era en aquel entonces del cuatro por ciento.
López Obrador está viendo que se le agota el dinero y no puede, salvo que se desdiga de dos de sus importantes promesas ya en el gobierno, elevar impuestos o crear nuevos. Tampoco debe echar mano de los créditos que el Fondo Monetario Internacional o los Estados Unidos –o China, para tal caso- estarían dispuestos a aprontar.
La noche del jueves, de un plumazo, desapareció por medio de un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación todos los fideicomisos concentrando en la tesorería federal sus fondos a más tardar el 15 de este mes. Estas entidades nebulosas, cuyo número es poco conocido, equivalen a un “guardadito” de 300 mil millones de pesos que el presidente López necesita con urgencia. La mañana de ayer explicó que el dinero fresco se va a destinar a cuatro áreas esenciales. Desde luego, la número uno son las dádivas de los programas sociales, las becas a estudiantes, pago a los jóvenes sembrando el futuro, apoyo a los mayores y a los discapacitados. Nadie puede estar en contra de tan noble fin.
Lo que tampoco puede dejar de considerarse es que no vemos fecha para que la recuperación económica comience, ahora más difícil por el impacto que la pandemia nos trajo, y por la ratificada actitud de que los proyectos que son joyas de la corona de la cuarta simulación no se abandonan. En las obras del aeropuerto de Sana Lucía, el Tren Maya o la refinería de Dos Bocas, ni un paso atrás.
Hoy sábado el presidente López adelantará las medidas de emergencia que ordenará para la recuperación de nuestra economía, que hace un mes en la Convención bancaria de Acapulco y en palabras del presidente López, estaba en situación inmejorable. Del programa completo hemos de enterarnos en el informe que el domingo por la tarde habrá de rendir a un grupo selecto de medios para que informen al país, porque al Congreso tiene que rendirle cuentas aparte, en formato y fecha que la Constitución establece. Lo del domingo será un acto más de la campaña que no acaba de terminar para un gobierno que no acaba de iniciar.
Los dirigentes del sector empresarial estuvieron el jueves durante cinco horas en reunión con el presidente López. Ayer el anfitrión calificó la reunión de cordial y la actitud de los empresarios como fraterna. Seguramente lo fue, porque ninguno violó el pacto de silencio ni quiso comentar detalles de lo tratado; cuando mucho nos enteramos que no habrá para las empresas amabilidad fiscal ni de ningún tipo y que tendrán que apretarse el cinturón.
Creo que algo de eso también nos toca a todos.
PARA LA MAÑANERA, porque ahora menos puedo entrar a preguntar sin tapabocas ni de la mano de Susana Distancia: con todo respeto, Señor Presidente: Los paleros que le llevan cada mañana a Palacio Nacional ya le pidieron un par de veces que restablezca la práctica echeverrista de hacer cadenas nacionales de radio y televisión a la menor provocación. ¿Me equivoco si pronostico que va a hacerle caso a estos representantes del pueblo bueno?