¿Gustó el discurso a empresarios, a empresarias? Evidentemente, no. Esperaban otra cosa: las famosas medidas contracíclicas que el presidente AMLO de plano rechazó por neoliberales.
Andrés Manuel decidió cambiar el paradigma: las crisis ya no se combaten con acciones de apoyo a empresas que la gente de abajo termina pagando de una u otra manera; ahora, lo fundamental radica en garantizar recursos para los pobres.
El de Andrés Manuel este domingo fue un mensaje fundamentalmente social, no económico.
Contra lo que muchos pudieran pensar el presidente López Obrador comprende mejor que nadie la magnitud de la crisis que ya nos alcanzó.
Aunque su llamado es al optimismo —no podría ser de otra manera— y no se va a cansar de decir que pronto todo volverá a la normalidad, sabe que la recesión global nos va a golpear con excesiva fuerza.
De ahí su insistencia en atender antes que a nadie a los más vulnerables; por justicia, sí, pero también —y sobre todo— para que los problemas económicos no lleguen al estallido social.
El problema, y creo que Andrés Manuel lo sabe, es que si el periodo de hibernación por la pandemia del coronavirus se alarga más allá del mes de abril, la categoría de vulnerables se ampliará: seguirá incluyendo a los pobres que mencionó en su discurso, pero también las micro y pequeñas empresas, los trabajadores independientes, como médicos y abogados, e inclusive algunas empresas grandes que son estratégicas para la nación.
Fue un extraordinario discurso social para tranquilizar a los de abajo, que naturalmente deben estar muy alarmados: los amenaza la epidemia que suele ser más dura con quienes menos tienen, y por si no fuera bastante, también enfrentan ya la ¡falta de recursos para comer!
Lo que sigue es que el presidente AMLO se siente de nuevo, a la brevedad posible, con representantes del sector privado, sobre todo con Carlos Salazar, del Consejo Coordinador Empresarial, y Carlos Slim, no solo el hombre más rico de México, sino asimismo un analista realmente lúcido.
Ya habló el presidente al pueblo, que espero haya quedado tranquilo con su discurso. Urge ahora una nueva narrativa con el sector productivo, que solo pueden diseñar dos hombres en el gobierno: el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, y el consejero jurídico de AMLO, Julio Scherer.
Porque está bien romper paradigmas, pero al hacerlo debe tenerse cuidado de que la destrucción del modelo que evidentemente ya no funciona, el neolioberal, no termine por arruinar a toda la sociedad mexicana.