Por Eduardo Campos Sémeno
Diario del Coronavirus 029. 13 de abril de 2020
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10:00 PM
De alguna manera, la administración de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) “quemó” la palabra solidaridad, porque el llamado paisano presidente bautizó así su programa de “bienestar social”, por lo que la palabra aparecía por todos lados.
Solidaridad por aquí, solidaridad por allá, y más en Nuevo León. Por eso tenemos el Puente Solidaridad, Avenidas Solidaridad, colonias Solidaridad en varios municipios, escuelas Solidaridad, etc. Pero no “quemó” la palabra de tanto usarla, sino más bien por el resultado de su administración, que provocó una de las mayores crisis económicas que el País haya visto.
Me llegan esos recuerdos por mera asociación de ideas, pues la palabra solidaridad ha estado mucho en mi mente en los últimos días, a raíz de que todo indica que el encierro y el aislamiento social parece que va para largo.
Ya hemos hablado desde el inicio del diario acerca de la solidaridad que merecen las personas menos afortunadas y que “viven al día”. Para ellos el frenón a la economía puede significar pasar hambres, pero afortunadamente he visto esfuerzos públicos y privados, individuales y colectivos que están ayudando a los más necesitados.
Del otro lado de la balanza, “los de arriba”, no la pasan tan mal. Ya hemos dicho y criticado aquí que los empresarios no se tardaron en salir a llorar por sus empresas, pero a nivel personal, en sus casas, a ninguno veo que batalle. Conozco a muchos empresarios y comerciantes de medianos a grandes y ninguno está en situación de dejar de comer si el trabajo no vuelve pronto.
Por eso, de la solidaridad que hablo hoy es de la que vamos a tener que empezar a mostrar con los de “en medio”. La sufrida clase media mexicana que no está en situación de ir a tener que buscar un plato de comida diario, pero a la que tampoco le sobran los recursos como para no preocuparse en esta época.
¿Cuántos constructores, gerentes, vendedores, contratistas, distribuidores de productos no esenciales, etc. conocemos con una posición relativamente estable hasta hace un mes, pero que ahora están en sus casas sin poder producir o a medio salario en alguna empresa cerrada? ¿Será un vecino, un amigo, un compadre o un familiar no muy cercano el que esté ahora preocupado por los próximos recibos de luz, gas o teléfono? A ellos no hay programa social que les ayude.
Trato de escribir esto con la mayor sensibilidad social, porque yo soy de esa clase media, y aunque soy de los afortunados que ahorita puedo estar en mi casa con algo de trabajo, conozco muy bien el delicado balance económico en el que viven muchos en este estrato, sobre todo los que trabajan por su cuenta.
Así es que hoy que todos en el mundo estamos en la misma crisis, no nos debe dar pena preguntar, interesarnos por la situación de otros en nuestro nivel y ofrecer una ayuda, cuando podamos.
De la misma manera, creo que ahora es cuando hay que apelar a ese espíritu de solidaridad (la humana no la de Salinas de Gortari) para que los que ocupan, no lo piensen dos veces y pidan ayuda. Sólo entre todos saldremos de esta.
Como siempre, comentarios dirigirlos a ecampos50@gmail.com o en Facebook en la página Diario del Coronavirus o con el user @eduardocampossemeno.