Por Carlos Chavarría
A mí me enseñaron que el que calla, otorga. El “sistema” nos tenía acostumbrados a casi una regla de etiqueta en el poder que consistía en que el presidente en turno no contestaba los ataques, críticas o sorna, viniera de donde viniera, era como una manera de mostrar que había libertad de expresión.
Ahora esa regla se ha roto. El presidente López Obrador desde que anduvo en campaña dijo que no se iba a dejar de los ataques o decires de nadie y lo cumplió. Sus “mañaneras” son su espacio diario para defenderse de reales o imaginarios adversarios y el menor de los casos las usa para lanzar él mismo ataques en previsión de otros que considere de mala índole o que pudieran afectarle, es simple y así lo hace todo el tiempo.
Lo sorprendente de la nueva regla de comunicación es que aparte de quiénes comentamos los vaivenes del acontecer diario en la vida política del país, los aludidos en las diatribas presidenciales solo callan y nada contestan a pesar de que el nuevo personaje en el poder les invita todos los días a entrarle a debatir con él.
El primer impacto en el receptor de los mensajes del presidente es que “el que calla otorga” y en consecuencia el preciso tiene razón, dicho de otra manera más vernácula : “…no tienen cara para contestarle al presidente, ..o así han de estar…”.
Ahora sera cuatro las conferencias de prensa diarias que usará el presidente y el equipo de ocasión que él designe para llenar todos los espacios creados a partir de las mañaneras. La oposición está obligada a mejorar su comunicación con la sociedad so pena de verse diluidos en la agenda dictada por la presidencia.
El discurso presidencial tiene un handicap a su favor ya que la leyenda urbana, que sobre simplifica todo, ya daba por sentada y real la relatoría de tropelías que se cometen desde y con el poder, así que para el presidente no es ningún esfuerzo posicionarse al “frente de la sociedad”, aunque en realidad la nueva administración no se haya hecho nada serio para cambiar las malas prácticas excepto declararse con insistencia en contra de la corrupción.
La derecha o centro-derecha siempre se ha visto pobre en el debate sobre los istmos del liberalismo, en parte debido a que es complejo encontrar fuentes de pensamiento que le otorguen moralidad al lucro y la codicia, que se han convertido en antivalores, pero al mismo tiempo son la energía de todos los aparatos que construimos para operar en la sociedad de consumo en la cuál vivimos.
En adición, las nuevas generaciones de líderes empresariales poco han reflexionado sobre las bases ideológicas de la empresa libre y los principios que deben regir sus posiciones frente a la sociedad, el conflicto social y al poder público en sí mismo.
Es muy raro que hagan planteamientos que involucren el beneficio social como principio y solo se concentran en lo propio del respeto a sus derechos y las limitaciones a imponer al gobierno.
Continuar en la misma dirección pasiva y sin principios en su discurso, aderezado por toda la pirotecnia verbal que se les ocurra, es predecible que el presidente la tiene fácil y seguirá posicionándose en los lugares comunes que domina a la perfección esperando que la catarsis social derivada de la crisis concluya.