Por Carlos Chavarría
De acuerdo con los estados financieros dictaminados de 2019, antes de la caída de los precios del petroleo, PEMEX no tiene viabilidad por el lado que se le vea.
Aún y cuando el gobierno federal tomara toda la deuda de largo plazo de la paraestatal que está integrada en préstamos por 1.74 Billones de Pesos (bp), así como los pasivos laborales por 1.46 bp, y que ademas de alguna manera los costos laborales se liquidaran a los trabajadores (incalculable), la utilidad bruta que genera la operación de PEMEX es de 0.04 bp anuales.
El gobierno federal esta engañándose a sí mismo. En 2019, PEMEX pago derechos al gobierno federal por 0.343 bp y recibió de éste aportaciones por 0.122 bp. Sólo por el pago de intereses la empresa erogó 0.130 bp, mientras que para cubrir pasivos de las prestaciones de los trabajadores gastó en ese ejercicio 0.309 bp.
Para completar sus flujos de efectivo dejaron de invertir 0.113 bp, refinanciaron deudas por 1.82 bp y atrasaron pagos a proveedores por 0.046 bp.
Si el presupuesto de egresos del gobierno federal aprobado para 2020 es de 6.16 bp, el remanente gerenciable del mismo es de sólo 0.76 bp, las pérdidas de PEMEX, tomando como base el ejercicio de 2019, representan casi el monto del presupuesto en educación por 0.8 bp, o la mitad del egreso en pensiones y salud que tiene un valor de 1.3 bp, mientras que para el pago de deuda nacional y participaciones federales a los estados y municipios son 1.7 bp.
Los responsables de las finanzas nacionales están engañándonos a todos y al presidente. La estabilidad del país esta en juego gracias a PEMEX. Cuando se hizo la reforma energética ya estos números se conocían y mantener viva la empresa por el miedo a su sindicato es meter a la nación entera en un derrotero crítico.
Gracias a esa misma reforma energética el gobierno federal ya no carga con el déficit de comercio exterior implícito para PEMEX, que se ha reducido de 3´200 millones de dólares (mmd) en 2018 a menos de 518 mmd para 2019, y un esperado en 2020 de 320 mmd.
La empresa no sólo es inviable por su costoso contrato colectivo y sus pasivos laborales, ya no es viable técnicamente. Son demasiados años de no invertir y “ordeñar” la operación de PEMEX.
Si agregamos casi 100 años de subsidiar los combustibles estamos ante la triste realidad de que resulta mejor para el gobierno y el país, detener la operación de la actual empresa y refundarla sobre nuevas bases, en aquellas áreas que si sean rentables en el nuevo contexto del mercado petrolero y de nuestras necesidades energéticas, por supuesto sin cometer los mismos vicios que la llevaron a la muerte.
Todos las “reservas, fideicomisos y guardaditos” que tenía la Tesorería de la Federación ya se usaron para subsidiar el nivel imposible de ineficiencia de PEMEX, que no a los programas sociales. Si los números publicados y oficiales son ciertos, la crisis de liquidez alcanzará a las finanzas nacionales antes de terminar el 2020. Esta es una de las posibles razones por las que el presidente quiere tener absoluta libertad para mover los recursos sin dilaciones jurídicas o legislativas.
Los gobiernos no pueden quebrar, pero en un escenario como el que se enfrenta México, es muy claro que el gobierno federal no podrá enfrentar sus compromisos de gasto y deuda. No es un asunto de fe o esperanza, es un problema de caja, de efectivo.
La única forma en que el gobierno federal podrá sostener una gran carga como esta que significa PEMEX y al mismo tiempo expandir sus programas sociales será pasando la factura a los mismos ciudadanos vía precios, tarifas e impuestos, puesto que más deuda ya no es posible.