Por Obed Campos
El testimonio del médico anestesiólogo Víctor Escamilla, quien estuvo internado casi un mes (sobra decir que al borde de la muerte) a consecuencia de haber adquirido Covid-19, tiene que haber puesto a pensar al más osado.
Al anestesiólogo no le quedó claro dónde adquirió el mal, porque lo único que recuerda es el martirio de ser intubado por garganta y nariz, durante casi 20 días.
Lo que platica, de como vio la muerte a la cara, es una lección de vida que debería ser anotada por tanto temeraria y temerario que aún piensa que la amenaza del coronavirus es mentira.
Y si el sufrimiento físico no es suficiente, haga usted cuentas.
Antes de quitarse el tapabocas y salir a la calle sin precaución alguna, piense en los dos millones que le costó el “hospedaje” al médico en los días que estuvo bajo tratamiento.
Porque que los gobiernos estén haciendo un esfuerzo por reactivar la economía no significa y —nadie lo ha dicho así— que el peligro ya haya pasado.
En esta guerra todavía no acaba el conteo de bajas y estamos lejos de un armisticio.
Hay que guardarle un sano pavor al Covid-19.
