Por Félix Cortés Camarillo
Sorpresas te da la vida
No vamos a acabarnos nuestra capacidad de asombro para asimilar las novedades que siempre estuvieron ahí, inadvertidas, en nuestra cotidiana existencia y que la nueva realidad nos desvela. ¿Cuándo imaginamos que –como afirma el presidente López– México tiene un déficit de médicos que se mide en millares, cuando siempre supimos que las universidades públicas del país rechazaban a tantos aspirantes a cursar esa carrera? ¿Por qué aceptábamos como un hecho la existencia de hospitales inaugurados por los presidentes anteriores y que ahora nos enteramos que eran como las aldeas Potemkin de la Rusia zarista, que sólo existían durante la visita del zar o la zarina?
El sonsonete de la explicación oficial es culpa, y tal vez tenga mucha razón, de la manipulación de los medios de comunicación que no tuvieron la capacidad o la decisión de darse cuenta de las falsas verdades y adoptarlas como propias.
¿Qué me hace acólito de la convicción de que ahora todo es diferente y que los contratos de compra de los bienes que el Estado necesita no se adjudican a los amigos o parientes de los del primer círculo del poder? ¿Dónde están las pipas para transportar gasolina en el falso desabasto, que se adquirieron con rapidez y sobre todo fluidez –del dinero en efectivo– por el hoy canciller insustituible?
La administración pública en tiempos de crisis es una caja de sorpresas. Hace cuatro meses nadie estaba familiarizado con el nombre del doctor Hugo López-Gatell, hoy celebrado subsecretario de Salud prácticamente encargado del despacho, que se ha encargado de echar sobre de sí todos los reflectores de la tele con su arrogante y con frecuencia dudoso discurso de las cifras sobre los infectados, los no infectados, los probables, los probados, los dados de alta y sobre todo los muertos por el Covid 19.
A menor escala, pero en un fenómeno espejo, el secretario de Salud de Nuevo León, el doctor Manuel de la O, se ha convertido en un paralelo del doctor favorito del presidente López. Su exposición mediática cotidiana por la pandemia le catapultado casi de inmediato a un posible precandidato a suceder a Jaime Heliodoro en la gubernatura del estado, de la misma manera en que López-Gatell le roba todos los días luces a su jefe inmediato, el doctor Alcocer, y a su potencial adversario, el canciller Marcelo.
Pero eso no deja de ser una especulación, demasiado adelantada en el caso presidencial y no tanto en el caso del estado.
Me preocupa mucho más el sorpresivo descubrimiento de los contagiados del Covid 19 en Nuevo León que son habitantes de una cantidad enorme, al menos no imaginada por este escribidor, de asilos de ancianos, casas de retiro, guarderías de viejitos o cualquier otro subterfugio que les queramos poner a esas miserables estancia, algunas legales y otras subrepticias, en las que abandonamos a nuestros padres y abuelos para que dejen de fastidiar y se propongan bien morir.
No están muriendo bien.
Desde siempre he sostenido que la cultura de un pueblo no se mide por las sinfonías que se han escrito bajo su patrocinio, las pirámides que se encuentran en su territorio o la grandeza de sus ciudades. La cultura de un pueblo se mide por la manera en que trata a sus desvalidos, por ejemplo sus niños, pero especialmente sus viejos.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA, porque no puedo entrar sin tapabocas.: Señor Presidente, con todo respeto: ¿la vida de un servidor de la salud, expuesta en alto riesgo de infección combatiendo a la pandemia, vale cincuenta mil pinchurrientos pesos que ostentosamente le regalaron las compañías de seguros, de aquí al último día de agosto, para los deudos de cada uno que se muera?
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