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Por Carlos Chavarría

El presidente tiene un carácter colérico  y eso lo conduce a tratar de imponer sus puntos vista a cualquier costo, esa forma de ser, en un puesto como el que pretende desempeñar no puede llevarlo sino a que los demás lo aguanten hasta que el tiempo haga su parte, termine su gestión y se haga el recuento de los daños.

Pienso que ya no solo se apropió sino que le gustó el papel del niño malcriado del barrio que se  burla de todos, que inventa las historias que sean con tal de perpetuar su papel de componedor a modo de los problemas que él mismo se crea para darse importancia.

Se divierte insultando a sus maestros y a todo tipo de autoridad. A sus amigos los hacen presa de una extraña  obligación de aguantarle todos sus exabruptos so pena de convertirlos en blancos fáciles de su cábula cotidiana. Claro que al mismo tiempo los de su banca entienden lo fácil que es manejar a una persona así y le sacan provecho.

Reta a propios y extraños todo el tiempo mediante señalamientos, designios y conjuros sin percatarse que poco a poco se esta acorralando porque el tiempo avanza y los problemas reales también y en nada ayuda los colgados en la plaza pública como solución a los mismos.

O están con él o son traidores. Se le olvida que nadie está en contra de nadie, podrá estarse en desacuerdo con la forma en que opera y gestiona el poder público, el consenso no existe en política, en política el éxito es ceder para negociar avances mutuos.

Se puede torcer la realidad por algún tiempo, como ocurre cuando los datos no coinciden con el discurso, pero los efectos de las decisiones no se sienten hacia arriba sino en cada persona. Por ejemplo la pandemia y la inseguridad.

Lo más terrible de las personas que son así, es que se convierten en eternos adolescentes que nunca acaban por hacerse responsables de nada y todo el tiempo adoptan el papel de víctimas de diversas conspiraciones y traiciones que no los dejaron hacer nada y avanzar en su vida.

Mi maestro en la Prepa 2, Alfonso Gómez Ortiz, acuñó una frase lapidaria que aplica a este tipo de gente: “El orgullo los levanta y lo pendón los tumba”.

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// Carlos Chavarría

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Autor: lostubos
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