Por Félix Cortés Camarillo
El gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, negó ayer cualquier vínculo con el caso del exdirector de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya Austin, y las supuestas presiones para negociar la ahora extinta reforma energética. “Estoy limpio y soy honesto; soy un gobernador honesto, nunca el peñato me dio ninguna cantidad de dinero por ninguna participación mía”, dijo contundente. Barbosa afirmó que nunca sostuvo ningún encuentro ni entrevista con Lozoya Austin, ni instruyó a nadie que en su nombre hiciera contacto con él. Todo esto surgió a raíz de la insinuación oblicua, sin nombres ni apellidos como acostumbra, que hizo el presidente López de que en el esquema de desvío de recursos, fraudes y triquiñuelas de Lozoya estuvieron inmiscuidos miembros de entonces del poder legislativo. Se los dejo de tarea, suele decir.
Por lo que a mi persona concierne, yo estaría dispuesto a decir lo mismo que el obeso gobernante, cosa que en mi caso es absolutamente cierto; pero en primer lugar nunca he sido legislador ni lo seré, y constantemente sale a mi memoria en estas situaciones la sabiduría de mi abuela que, aunque nunca supo leer ni escribir y sabía el latín de la misa vieja, entendía y repetía frecuentemente el dicho latino y medieval de excusatio non petita, accusatio manifesta.
Ton´s, por lo menos para mí, ¿qué caso tiene?
El misterio de todos esperado viene hoy jueves cruzando el atlántico en un avión desde Madrid, y sus respuestas están contenidas en las memorias y archivos –dicen que hay grabaciones en video– del señor Lozoya. En el momento en que el exdirector de Pemex abandonó su resistencia a la extradición a su país para ser juzgado de graves culpas, y aceptó el proceso que lo trae volando hoy, a cambio de contar los secretos de sus complicidades de alta jerarquía, algunas buenas conciencias de la política y los negocios mexicanos empezaron a preocuparse, al menos. El avión debe aterrizar al filo de las ocho de la noche, pero la fiesta queda pendiente.
De todo lo que Lozoya Austin sabe, ¿qué es lo que va a contar y qué es lo que la administración López Obrador quiere oír? El chisme, azuzado por el primer defensor de Lozoya, Coello Trejo, está convencido de que haya hecho lo que haya hecho “él no se mandaba solo”. Con esa frase como cimentación se estructura una pirámide de mandos que el director de Pemex tenía encima o al lado suyo, y que llega a la cúspide del expresidente Peña.
De esta suerte, ¿quién teme al lobo feroz?
Por lo pronto, es muy importante que el aparato de seguridad del Estado proteja a este, que ya es virtualmente un testigo protegido, para que no pise una cárcel donde los tentáculos del crimen organizado –o en proceso de organizarse– puedan acabar con su testimonio. Por lo demás, el presidente López tiene en su mano la manivela que regulará el flujo de heces fecales que de aquí brotará.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA PORQUE NO ME DEJAN ENTRAR SIN TAPABOCAS: Con todo respeto, Señor Presidente: Estoy casi seguro de que usted nunca le sacó brillo a la suela bailando en el Salón Los Ángeles, allá por la Calzada de Tlalpan. Ese salón de baile, que surgió en 1937 –ni usted ni yo estábamos vivos– está a punto de morir de inanición por la pandemia. Si usted quiere rescatar un ente valiosísimo de la cultura popular de la altura de la Familia Burrón o de Chava Flores, ¡salve al Salón Los Ángeles!
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