Por Félix Cortés Camarillo
Yo estoy ingenuamente cierto de que el presidente López no tenía en su mira el mayor logro que ha obtenido después de su breve pero intenso ejercicio al mando del país: dividirlo.
Al cabo de dos meses virtuales de ser el supermandatario, omnipotente, omnipresente –a donde vuele VivaAutobus– indiscutido y casi indiscutible, la política de Andrés Manuel López Obrador sigue ejerciendo un principio de conducta en el marco de la radicalización cristiana: «quien no está conmigo, está contra mí» (Mateo 12, versículo 30). Ese principio se repite, como todos los enunciados que no son muchos de la ideología del presidente, casi todas las mañanas y todos los pronunciamientos que hace el Primer Mandatario. (Creo que se pone con mayúsculas.)
Se atribuye a Julio César la autoría del principio de que el poder se ejerce efectivamente cuando divides a tus adversarios, porque la unión de ellos acabará por derrotarte. Históricamente, no hay sustento. La Italia de tres siglos antes del César eran centenares de comunidades, villas, latifundios y grandes ducados, no aceptaban a Roma como su patrón. Ante la validez de que la unión hace la fuerza o de que el que divide vence, acabó por llevar más tarde a la república garibaldiana.
Volviendo al tiempo real, el gobernador de Jalisco ayer dio una magistral muestra de inteligencia y oficio político al recibir en su cotarro al presidente López: le tendió la mano, aseveró que la confrontación no era lo prudente para los problemas de nuestro país, y nos invitó a todos los mexicanos a unirnos –en torno al presidente López– por el bien de México.
La respuesta del presidente López, en la transparente mecánica de comunicación de Presidencia, fue disparada por un representante de un canal de televisión del Estado: ¿qué opinaba el Presidente del desplegado de intelectuales, artistas, escritores que convocan a un frente único para lograr que el Congreso sea una fuerza de equilibrio al poder presidencial?
Faltaba más. No se me había ocurrido.
De inmediato se proyectó la carta de referencia; fue leída en su integridad –muy mal leída, como es costumbre– y el presidente recordó que la noche anterior había escrito una respuesta al documento. Entonces dio lectura a su respuesta.
Lo demás es lo de menos. Lugares comunes, con son las más comunes de las respuestas del presidente López: que si arriba llueve no salpica abajo, que la corrupción ya no existe, que si el huachicoleo se hacía desde las plantas de Pemex. Todo lo que hemos oído tantas veces estos meses. Desde luego, nada que tenga que ver con un proyecto de unidad nacional.cPREGUNTA PARA LA MAÑANERA PORQUE NO ME DEJAN ENTRAR SIN TAPABOCAS: Con todo respeto, Señor Presidente, ¿Cuándo va a salvar el Salón Los Ángeles, templo de la cultura popular?
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