Por Félix Cortés Camarillo
La traición no es buen negocio
Cuando se apuesta la vida
Lauro no quiso entenderlo
Y traicionó a la familia.
Le costó mucho dinero
Y al final hasta la vida.
Los Tigres del Norte, La Muerte del Soplón
En 1970, hace exactamente medio siglo, la judicatura norteamericana aportó un novedoso instrumento para combatir al crimen organizado. Se llama desde entonces el programa del testigo protegido.
La mecánica es muy simple: un delincuente capturado y confeso recibía una atractiva oferta. Si delataba a sus cómplices superiores en la escala del crimen y testificaba en contra de ellos, el gobierno le proporcionaba protección contra la segura venganza mafiosa: una nueva identidad para él y su familia, una casa en localidad remota e insospechada, y cierto estipendio para que terminara sus días en paz.
En el sexenio de Felipe Calderón se trasladó el concepto al código mexicano de procedimientos penales conservando el concepto de premiar al soplón con una pena menor, siempre y cuando traicionara a sus jefes. Se ha aplicado indistintamente con rateros menores y homicidas de alto rango. Una paga de entre 25 mil y 50 mil al mes quedó establecida.
En el tiempo actual, el caso más escandaloso, difundido, discutido y misterioso es el del señor Emilio Ricardo Lozoya Austin, quien fuera coordinador internacional de la campaña electoral de Enrique Peña Nieto y director de Petróleos Mexicanos durante casi todo el sexenio anterior.
Hoy no sabemos qué es Lozoya, porque nadie tiene constancia visual o documental de su paradero y condición. Lo único que tenemos es el decir del presidente López: el ex director de Pemex, a quien se atribuye gruesos delitos de fraude, lavado de dinero y de manera particular de haber recibido sobornos millonarios en dólares de la firma infame Odebrecht y de Altos Hornos de México, para torcer las decisiones del poder, está en México en poder de la Fiscalía de la Nación.
Según el Estado Mexicano, Lozoya es un paciente que está en un hospital de la Ciudad de México, donde se le atienden malestares varios que la justicia española -que fue la primera en capturarlo- jamás detectó. Se nos dice también que por iniciativa propia del delincuente es un testigo protegido y que ha prometido dar a conocer sobornos, mordidas, cochupos, apoyos y otras linduras con nombre, apellido y grabación de video inclusive.
Como yo veo las cosas, el asunto no es jurídico ni técnico.
Es un tema de ética. ¿Qué validez moral puede tener el testimonio de una persona, diga lo que diga, quien es evidentemente un delincuente? Metido hasta el cuello en un caso tan grave como el de Lozoya, o de cualquier otro, yo -en el papel de bandido en busca de clemencia- ¿no denunciaría, de manera falsa o verdadera para salir del problema, a mi cómplice, mi jefe, amigo, novia, amante, hermano o a mi propia madre? Caso de que la hubiere.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA PORQUE NO ME DEJAN ENTRAR SIN TAPABOCAS: Con todo respeto, Señor Presidente, se le andan quedando los cachitos para la supuesta rifa de la Lotería Nacional del supuesto avión supuestamente presidencial; dice usted que se ha vendido la cuarta parte.
Yo no quisiera verlo en las esquinas ofreciendo al “huérfanito”. O cancelando el sorteo simplemente, por sus pistolas, a su estilo.
felixcortescama@gmail.com