Por Eloy Garza González
Nada más a las autoridades municipales y estatales de Nuevo León se les ocurre construir puentes vehiculares absurdos y no invertir en una verdadera red de drenaje pluvial. Puentes kafkianos que cuestan casi 400 millones de pesos y no alivia ningún problema de tráfico.
Una tormenta como la actual nos desquicia, nos ahoga, nos deja sin casas ni negocios, pero el drenaje pluvial sigue igual que hace 50 años: insuficiente, parchado, indigno de nuestra zona metropolitana. Algunos planes habrá y algunos alcaldes heroicos sí salieron a ayudar a la gente sin casa ni consuelo.
En realidad, solo tenemos entre 100 y 170 kilómetros lineales de drenaje pluvial; se ocupan 400 kilómetros lineales para cubrir las necesidades básicas de los regiomontanos. Así de simple. Y así de caro.
¿Quién tendrá la culpa de los muertos y de los damnificados? ¿De la gente que se quede sin techo, hoy y mañana? ¿De los pasos a desnivel inundados? ¿La naturaleza? ¿El clima? No. Los culpables tienen nombre y apellidos.
Por lo pronto, acribillado de goteras el techo de mi casa y de mi alma, traigo a colación un poema del gran Rubén Bonifaz Nuño, titulado “Nadie sale”, que forma parte de su libro “Fuego de pobres”. Transcribo un fragmento: “Llueve como para salir a enchubascarse / y a descubrir, como un borracho auténtico, / el secreto más íntimo y humilde / de la fraternidad; poder decirte / hermano mío si te encuentro. / Porque tú eres mi hermano. Yo te quiero”.