Por Félix Cortés Camarillo
El 26 de septiembre de 1960, hace exactamente 60 años menos tres días, Richard Nixon perdió la presidencia de los Estados Unidos en el primer ejercicio moderno de una modalidad inevitable de la democracia, el debate presidencial, por una minucia estética.
Esta noche de hoy se va a efectuar en Chicago una renovada versión de aquel lejano evento que en México se ha copiado de manera ridícula. Donald Trump debe enfrentarse con Joe Biden para convencer a los electores que son la mejor opción para su país. Es muy probable que este primer debate incline una balanza muy indecisa a favor del demócrata Biden, lo cual no debe llevar a engaño. Las encuestas y los resultados de las mediciones no son definición de las elecciones de las presidenciales norteamericanas.
Que no se nos olvide que hace cuatro años todas las encuestas y todos nuestros deseos apuntaban a que la señora Clinton iría a la Casa Blanca. El sistema electoral de los Estados Unidos es totalmente diferente del nuestro: allá mandan los delegados electorales, por estado, encima del voto popular.
Volviendo a la historia, esa noche de 1960 frente a la carisma verbo y presencia de John F. Kennedy, Richard Nixon lució en el debate lo que durante muchos años se llamó “la barba de las cinco de la tarde”.
Los varones solemos afeitarnos por la mañana al despertar y algunos al llegar la noche detectan que su barba ya regresó -no en todos notables casos- y nos hace ver en desaseo. Eso fue lo que llamó a la barba de Nixon la de las cinco de la tarde.
Esta noche, ni Donald Trump ni Joe Biden se verán desatendidos de sus equipos de maquillaje y cuidado; algún legado dejarían su experiencia televisiva. Supuestamente su performance les ganará votos.
Ya veremos.
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