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Por Félix Cortés Camarillo

Entender la política como un juego de albures y calambures es algo muy apropiado para la sociedad de los Estados Unidos, pese a que en el rico lenguaje de Shakespeare es del que menos se usa la diversidad de sus vocablos.

El espectáculo del martes por la noche en la televisión mundial entre el presidente Trump y el candidato Biden fue una excelente muestra de ese ejercicio, gracias a la terquedad del pelipintado cuya estrategia, que es su actitud casi cotidiana fue no dejar hablar a su oponente, y en determinado momento ni al conductor del debate Chris Wallace, hombre de las noticias de la cadena Fox, tan afin al presidente republicano.

En determinado momento, el presidente le dijo al moderador que más que debatir con Biden parecía estar discutiendo con él; Wallace en otro instante le ofreció si quería que intercambiaran posiciones en el programa.

Fue un espectáculo de circo, no hay duda. No son otra cosa todos los actos de campaña electoral en el país del Norte. Las elecciones primarias, las convenciones de los dos grandes partidos, los debates presidenciales y el mismo acto de la votación son escenografía de un sistema que contradice los principios de la democracia que se diseñaron primitivamente en la Francia de la Revolución.

El sistema electoral de los Estados Unidos, una frágil traslación del británico, conduce a que el voto popular, al que van a depositar los votantes calificados el tres de noviembre próximo, no tiene peso decisivo en las elecciones. Hace cuatro años la señora Hillary Clinton obtuvo más votos populares que Donald Trump.

El asunto es que cada estado de la federación gringa tiene adjudicado cierto número de votos electorales, de acuerdo a su población y la preferencia política de ella. Esos grandes electores, de cuya identidad nadie tiene idea, inclinan la balanza electoral para la Casa Blanca.

De esta suerte, el circo de los debates presidenciales -en dos semanas tendremos el próximo- no son más que distractores del gran público. Algo semejante, pero más rústico y pedestre, son los plebiscitos que el presidente López pretende realizar en México sobre la revocación de mandato, el juicio a los ex presidentes o cualquier otra cosa que se le ocurra.

Panem et circensis, escribió Juvenal. Pan y circo es todo lo que requiere la gente.

El grave asunto es que, en estos tiempos, el pan es escaso y el circo es mucho.

PREGUNTA para la mañanera porque no me dejan entrar sin tapabocas: con todo respeto, Señor Presidente, ¿Tiene usted una cómoda silla para esperar la disculpa del rey de España por habernos conquistado, hace cinco siglos, iniciando una enorme nación mestiza de la que debiera usted estar orgulloso? Digo, para que se siente a esperar.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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