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La Guadalupana, la Guadalupana

Por Félix Cortés Camarillo

Este oficio mío, que consiste simplemente en contar y cantar las cosas que nos han pasado y no las que nos van a suceder, tiene la ventaja de que en pocas ocasiones tiene que reconocer equívocos y pedir perdones. Eso sólo nos pasa cuando queremos invadir el territorio de las pitonisas y nos atrevemos a predecir cosas que probablemente serán realidad.

Todos cometemos equívocos y a todos nos molesta en la intimidad reconocer los yerros. Hoy me encuentro en una situación singular: reconozco mi error, pido perdón y me siento gozoso con todo ello. 

Durante semanas enteras estuvo repicando sobre la campana del tremendo error que las autoridades civiles y religiosas de México estaban cometiendo al cerrar las puertas, calles, entorno, estaciones del metro, otras vías de transporte y, especialmente, el santuario de la Basílica de Guadalupe el pasado 12 de diciembre -un día antes y otro después- para evitar las muy previsibles e históricamente documentadas concentraciones de humanos en la iglesia, propiciando el contagio.

Dije, y repito, que no había fuerza de toletes, cargas de gases, batallones de policías o chorros de agua que retuvieran la fe mexicana hacia su patrona histórica y que en número de millones se había congregado cada año en torno del arabesco edificio que diseñó Pedro Ramírez Vázquez al lado de la vieja y abandonada Basílica de Guadalupe. Por allá por el monte de Tepeyac, al norte de Tlatelolco.

Me equivoqué. Lo reconozco, pido perdones y sin embargo me da gusto: los mexicanos, marianos, guadalupanos fervientes, le hicieron caso a las autoridades civiles y no fueron a la Basílica de la Guadalupana.

Puede haber sido el miedo a los toletes, el recurso del método disuasivo del corte de transporte y de las vallas. Desde luego, juega un papel importantísimo el miedo en que nos ha envuelto esta pandemia.

Todo puede haber sido. Lo que a mí me queda muy claro es que los mexicanos, guadalupanos, morenistas o lo que sean, le dieron a su presidente López una lección de lo que quiere decir resiliencia y empatía, palabras que López Obrador confiesa desconocer.

PREGUNTA para la mañanera porque no me dejan entrar sin tapabocas: con todo respeto, Señor Presidente, ¿Por qué no le hizo caso a su -nuestra- embajadora en Washington cuando le sugirió felicitar a Biden? Nos hubiéramos ahorrado muchas vergüenzas presentes y dificultades futuras con el gobierno de los Estados Unidos, que -me parece- algo importa.

‎felixcortescama@gmail.com

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Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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