Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
Uno de los libros esenciales que todo político (y periodista) deberían de tener, consultar y releer hasta con fruición, es el de la Dialéctica erística o el arte de tener razón, expuesta en 38 estratagemas de Arthur Schopenhauer (hay algunas versiones en la Internet: http://www.conoze.com/doc.php?doc=3905).
Es tiempo de que las líneas discursivas de los políticos den un salto cualitativo y dejen de insultar la inteligencia de los ciudadanos o, al menos, que los argumentos expuestos dejen de lado la retórica y se conviertan perversamente en estratagemas.
Escribe Schopenhauer en su Estratagema 26: Un golpe brillante es lo que se conoce como retorsio argumenti (dar la vuelta al argumento): es decir, cuando el argumento que el adversario quiere utilizar para su defensa puede ser utilizado mejor en su contra. Por ejemplo, él dice: “No es más que un niño, déjalo en paz, no se lo tengas en cuenta”; retorsio: “Precisamente porque es un niño se le debe tener en cuenta y corregirle, para que no se arraiguen sus malas costumbres”.
Los deslices verbales de nuestros políticos dan, sin duda, muchas oportunidades para el retorsio argumenti.
La Estratagema 27 es más dura: Si inesperadamente el adversario se muestra irritado ante un argumento, debe utilizarse tal argumento con insistencia; no sólo porque sea el más indicado para irritarle, sino porque es de suponer que se ha tocado la parte más débil de su razonamiento y porque si se sigue por ahí, habrá de obtenerse mucho más de lo que se muestra a simple vista.
Precisamente por eso el cardenal Mazarino recomendaba: “No expreses sino excepcionalmente unos sentimientos demasiado expresivos, como la alegría, el asombro, etc. Incluso en la intimidad con amigos, da muestras de piedad; de la misma manera, cuando te sientas en total confianza, no te quejes de nadie, ni acuses a nadie”.
La irritabilidad pública es el peor talón de Aquiles que pueden mostrar los políticos y, sin embargo, siempre habrá manera de descubrir qué los irrita.
La dialéctica erística de Schopenhauer es una enseñanza espiritual para la artesanía política de la cotidianeidad. Quienes elaboran las líneas discursivas de los políticos, podrían tomar en cuenta este “arte de tener razón”, antes, mucho antes de poner en boca de los funcionarios, la barbarie “vestida” de lógica.