Por Félix Cortés Camarillo
Teóricamente, mañana va a tener lugar el último capítulo de esta telenovela política sobre la terquedad de Donald Trump buscando a toda costa la anulación del triunfo electoral de Joseph Biden, quien dentro de dos semanas y un día debe jurar en las escalinatas del Capitolio de los Estados Unidos como presidente del país.
Los esfuerzos desesperados por revertir los indudables resultados de las elecciones de noviembre pasado están rayando en la paranoia, si no fuera porque Donald Trump es un ignorante pero no un tonto: tiene la astucia natural que distingue a los capitalistas voraces de los demás mortales.
Sabe aprovechar todas las herramientas que el sistema en el que vivió e hizo fortuna, legales, legaloides o irregulares pero válidas. También sabe usar las otras.
El seis de enero es la fecha límite para que el Colegio Electoral ratifique el resultado de las elecciones. Una vez que esto se dé, queda todavía un paso estrictamente formal. El Colegio Electoral llegará a su veredicto final sobre los comicios y debe entregar su dictamen final-final al Congreso. Este no tendrá más remedio que aprobarlo.
O no. Once senadores republicanos han dicho que se pondrán a este dictamen. Según la ley, si un solo senador y un sólo representante se inconforman, surgirá un nuevo obstáculo en este proceso que está ensuciando el prestigio indudable de la democracia de los Estados Unidos.
Joe Biden será el presidente, no hay duda.
Pero la postura de Trump es más que todo el lanzamiento de su campaña para las elecciones de 2024. Y queda el testimonio de que muchos millones de votantes emitieron su sufragio por él. Sería bueno cuáles son las cifras hoy.
Poco favor le hace a Trump la más reciente de sus acciones. El sábado pasado llamó telefónicamente al secretario de estado de Georgia, el republicano Brad Raffensperger, quien es la principal autoridad electoral en su estado. Le pidió «encontrar 11 mil 780 votos» de donde fuera, que le favorecieran. Biden ganó Georgia por 11,790. El aún presidente, en su llamada que obtuvo el Washington Post fue más allá: amenazó a Raffensperger de acusarlo de un delito grave que nunca definió.
Donald Trump, en sus supuestos desvaríos, ha expresado en más de una ocasión cómo le gustaría usar las técnicas políticas mexicanas. En lo de la pandemia afirmó que si él hubiera hecho lo que hace el gobierno de México, esto es aplicar pruebas para detectar el mal solamente cuando éste se encuentra en estado avanzado, la estadística de contagios en los Estados Unidos no sería de la magnitud que es. La llamada del sábado al político de Georgia denota que Trump está informado de los procedimientos de la política mexicana. Le está pidiendo simplemente que haga un fraude electoral, invente votos, los saque de donde se pueda, y que si no, que se atenga a las consecuencias.
Es cuestión de los contagios, que ahora están lamentablemente de moda. Como el afirmar todas las mañanas una sarta de mentiras y afirmaciones inciertas, seguro de que al final, como dice quien ejerce esta práctica en las mañaneras, la mentira tizna.
PREGUNTA para la mañanera porque no me dejan entrar sin tapabocas: con todo respeto, Señor Presidente, ¿quién le dijo que Julian Assange, preso en jaula de oro en Londres, quiere que Gran Bretaña lo perdone y luego acogerse al asilo político que Usted generosamente le ofreció ayer? No se le vaya a cumplir lo que está pidiendo: acuérdese que la fama del señor Assange es de ser muy chismoso y su especialidad sacar información de los sistemas de cómputo sobre los políticos corruptos.
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