Por José Jaime Ruiz
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Cuéntase –dijo el ratón– que un viajero encontró en su camino una sierpe enroscada y entumecida por el frío. Movido por un sentimiento de piedad, la cogió y se la echó debajo del vestido para darle calor. A poco se desentumió la sierpe, se desenroscó y dio a su protector fuerte mordedura.
“¿Es así como premias a quien te protege?” –le preguntó el hombre, retorciéndose.
“Sí –le contestó la sierpe–. Así soy yo. Este es mi carácter, y esas son mis costumbres. La violencia, la traición, la ingratitud, forman la esencia de mi naturaleza”.
// Calila y Dimna