Por Eloy Garza González
Carta de un emprendedor, o dueño de Pyme, o propietario de un changarro, dirigida a Tatiana Clouthier, secretaria de Economía, donde omito los protocolos y las solemnidades porque ya no se estilan en redes. Así que voy al grano. Todo emprendedor es un ciudadano que se la juega: pone en riesgo su patrimonio en una apuesta cuyos beneficios nunca son totalmente predecibles. Nunca este sacrificio de todo emprendedor ha sido tan notorio como con la pandemia.
Pero en México la imagen que se tiene de un emprendedor es el de una persona que si lo dejan en plena libertad, abusará de los consumidores. Si el negocio que monta resulta exitoso se debe a que paga bajos sueldos y a que vende productos y servicios caros. La desconfianza es absoluta. Esto se ha agudizado con el Covid-19 y con lo que yo he llamado la coronacrisis.
La sociedad mexicana asume con naturalidad (es decir, como si no le importara), que a los emprendedores el gobierno nos hagan perder tiempo con mil y un papeleos, trabas, moches, costos burocráticos y regulación excesiva. La pandemia ha empeorado esta situación.
En Alemania la ley obliga al gobierno a dar de alta a cualquier nueva empresa que lo solicite en un plazo máximo de dos días. En cambio, ¿cuánto tarda aquí un aspirante a emprendedor en hacer lo mismo?
El asunto realmente grave en México, Colombia o Brasil, tan grave como la corrupción, consiste en que el número de emprendedores es escandalosamente inferior al registrado en cualquier país de Europa. Así que pensemos menos en términos gubernamentales y más en proyectos emprendedores. Ya se verá que, tarde o temprano, con o sin coronavirus, las cosas cambiarán para bien de todos.