Por Félix Cortés Camarillo
Uno pudiera pensar que la cuarta simulación no necesitaba, luego del torpe manejo de la pandemia del Coronavirus y las vacunas tan inexistentes como la rifa del avión presidencial por parte de la administración de López Obrador, una puntilla fatal. El desprestigio es tan intenso que solamente la masa informe, no obstante numerosa, que responde con su simpatía y sumisión a los pagos por la pensión de mayores como lo hacía antaño a la distribución generosa de «frijol con gorgojo». O aquellos tabasqueños a los que de un plumazo les borraron su adeudo de electricidad, por ejemplo.
Pocas personas pensantes persisten en su ciego apoyo al proyecto demagógico e ineficaz del presidente López. La economía, por si usted no lo sabe, ha caído más del ocho por ciento, cuando la promesa era que subiría el cuatro.
Es evidente que el presidente López está empeñado en hacer este remate. Con toda la prisa a la que evidentemente empuja la fiebre del Coronavirus envió a la última sesión de este período del Congreso del país una iniciativa preferente para destruir la reforma energética que México se dio en el sexenio anterior. Las iniciativas preferentes, como su nombre lo indica, son un privilegio ejecutivo del presidente del país y tiene allanados todos los caminos para que las votaciones inclinen la balanza a su aprobación.
El voluminoso documento de la contrarreforma energética, en el que debe haber participado un manojo numeroso de abogados hábiles asesorados por la zarina de los energéticos, la señora Rocío Nahle, se reduce a un simple enunciado: en materia de energía en México, va pa´tras.
¿Qué quiere decir este torpe impulso al retroceso?
Esencialmente, la confirmación de los dos monopolios de Estado en materia de energía. Pemex en los combustibles y la CFE en la generación de electricidad. Más al detalle, en el caso de los combustibles casar el futuro de nuestro país con los de origen fósil y que están en proceso de extinción dejando un fuerte olor a azufre en la contaminación de nuestro planeta. En lo que se refiere a la electricidad, de manera equivalente, es la obstinada negación a toda forma de energía moderna, sustentable, limpia y más barata. De inmediato, la cancelación de las inversiones extranjeras y nacionales del sector privado que ya se hicieron, y sobre todo las que estaban preparadas para hacer, destinadas al desarrollo de la energía solar, eólica o cualquier otra que la ciencia y la tecnología nos tienen guardada por ahí.
Independientemente del daño ecológico a nuestro país, esta contrarreforma se hará presente en el papelito verde que periódicamente nos manda a todos la CFE: el precio de la electricidad va a subir exponencialmente. Es probable que la gasolina se mantenga con el apoyo de la cartera federal sin aumento en su precio «real», como gusta decir el presidente López. Cuando salgamos de la pesadilla sanitaria, social y económica de la pandemia nos vamos a encontrar con que la luz al final del túnel no era otra cosa que la de una locomotora que se acercaba implacable de allá para acá para aplastarnos.
Cuando comencemos a ver las nuevas tarifas de luz vamos a pensar mucho en él.
PREGUNTA para la mañanera, porque no me dejan entrar sin tapabocas: ¿no se le olvidó hoy tomar su dosis de Ivermectina? Acuérdese de que Zoé Robledo, director del IMSS y su familia la libraron gracias a ese medicamento.
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