Por Eloy Garza González
Carlos Castillo Peraza creía en la democracia del Consejo Nacional del PAN (era un orgulloso miembro de ese órgano colegiado), pero desconfiaba de los consejos estatales panistas. En varias ocasiones advirtió que el término regionalización esconde la amenaza de eventuales cacicazgos.
Tras la prematura muerte de Castillo Peraza a los 53 años, en el simbólico año 2000, el PAN comenzó a desdeñar las señales de alarma de su difunto ideólogo (el único que ha tenido en su historia). El PAN tomó la accidentada ruta de las regiones. Se fortalecieron los liderazgos locales y la democracia del Consejo Nacional se evaporó lentamente.
De la eclosión de las regiones, donde predominaban los consejos estatales sobre el nacional, se pasó a la composición de feudos, y de ahí a la imposición de monolíticos caciques partidistas. Desde entonces, el dirigente nacional del PAN se ve obligado a negociar su propio cargo con las fuerzas regionales en un “toma y daca” basado en mutuos beneficios personales, totalmente alejados de la doctrina del bien común. Incluso panistas pioneros del “regionalismo” de Acción Nacional, como lo fue el gobernador de Chihuahua Javier Corral, ahora son víctimas del cacicazgo panista en su propia entidad. Corral acorralado.
Esta fragmentación territorial, dio paso a la atomización: cada panista le reza a su propio santo. Los militantes inconformes con los caciques, o Santas Trinidades, no pudieron apelar como antaño al poder del centro (porque Marko Cortés ni los ve ni los oye), e iniciaron un éxodo a otras latitudes.
Sin embargo, Castillo Peraza no estaría de acuerdo con los actuales renunciantes y más bien les reprocharía su proceder. Carlos no renunció al PAN: simplemente suspendió su militancia y la puso entre paréntesis; no se exilió a otro partido, decidió un “exilio interior”, con el pretexto de hacer periodismo.
Cito un párrafo revelador del libro “El porvenir posible” (FCE, México, 2006) que recopila ensayos y artículos de Castillo Peraza: “los panistas que se fueron, terminaron como socios o candidatos de partidos cuyos principios doctrinales y expresiones ideológicas o pragmáticas son distintas a las del PAN. En nombre del rechazo a lo que llamaron pragmatismo panista, acabaron como instrumentos del pragmatismo no panista”.
Así les habla Castillo Peraza desde el Más Allá a Victor Fuentes, Felipe de Jesús Cantú y a mi gran amigo José Alfredo Pérez. O en otras palabras, la “brega de eternidad” es eterna hasta que se acaba.