Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
¿Quién dijo que la aritmética no puede ser sustentable? En Nuevo León el inicio de cada año tiene que ver con la recaudación, sobre todo del llamado impuesto predial, con la tenencia vehicular y con el refrendo. En una sociedad que premia la sumisión administrativa, no es raro encontrarse con filas de ciudadanos “cumplidos”.
Esa misma sociedad y su ideología dominante (generaciones arriba se hablaba de trabajo y ahorro) apuestan por la administración a secas y no por una aritmética sustentable. Promueven e incentivan el pago oportuno y, por tanto, apuestan a la individualidad y no a la colectividad porque el paradigma se asienta en la valorización y no en los valores: se sobredimensiona la aritmética individual y se desprecia una axiología colectiva.
Los premios a los cumplidos se basan en incentivos materiales como rifa de autos y en descuentos que van disminuyendo según avancen los meses de recaudación. Por otro lado, las autoridades estatales se cuidan de dar una imagen de voracidad administrativa en contra de los incumplidos y arguyen que no habrá cacería de morosos… aunque en el fondo en su afán recaudatorio apoyen este método.
Los incentivos, sin embargo, propician la individualidad del contribuyente y no la vida social. No hay incentivos, por ejemplo, a quienes hagan de su jardín un centro verde de dotación de oxígeno, a quienes en su casa realicen huertas familiares o a quienes contribuyan con el uso de carros medianamente ecológicos o tengan y mantengan celdas solares en sus viviendas o propicien la energía eólica.
Los descuentos en el predial y en la tenencia y refrendo nunca nos hablan de una aritmética sustentable donde no sólo se premie la valorización administrativa, sino los valores sociales, comunales, ambientales. El mundo ficción de las administraciones cuadradas de segunda dimensión podría ampliarse en la perspectiva de administraciones de tercera dimensión que hagan de la recaudación, de los incentivos y descuentos, una aritmética social, sustentable, basada en valores y no en valorizaciones. En fin, la realidad ambiental nos alcanzó y no nos hemos dado cuenta.
