Por Félix Cortés Camarillo
Te reto a que apagues la luz
Y te quites lo que yo te puse
J Balvin, La Luz
La dócil y entusiasta aprobación de la contrarreforma energética del presidente López ha despertado la lógica sospecha de un inminente aumento en las tarifas de consumo doméstico. Al igual que con el precio de las gasolinas, el gobierno tiene preparada una triquiñuela sencilla, que consiste en la vieja práctica de sacar dinero de un bolsillo del pantalón para colocarlo en otro y así fingir un equilibrio económico. Los aumentos del precio de la gasolina al consumidor directo serán paliados por el camino del subsidio, que es dinero de todos los mexicanos. En fin, un engaño amparado en los números de la economía. De esta manera el aumento mínimo en las tarifas de energía se notará poco.
El Consejo Coordinador Empresarial no está de acuerdo: el aumento de los energéticos va a superar en nuestro país el 25% de las tarifas actualmente vigentes. Eso, sin cuantificar el daño ecológico que las energías sucias vendrán a aportar a nuestros malos aires. El asunto es que, mientras las tarifas domésticas de la CFE no sufrían teóricamente aumento mayor, el aumento del precio de la luz se verá reflejado en los costos de cualquier industria que utilice para su funcionamiento la energía eléctrica. Eso es todas. Y el golpe irá directo al consumidor final de lo que esas empresas producen.
Para referirse a los gobernadores de los estados de Texas y Mississippi, el presidente Biden usó el término de «pensamiento de Neanderthales» por lo retrógrada y lesiva que resulta su actitud de eliminar el uso obligatorio de los cubrebocas y permitir el ejercicio al ciento por cien de todas las actividades. Muy pronto veremos, en las estadísticas de los dos estados las consecuencias de esta salvajada.
Es muy comprensible que después de más de un año se sufrir las limitaciones que a nuestra vida cotidiana ha impuesto la pandemia, ya estemos hartos y exijamos que la vida «normal» de antes regrese; cosa que será imposible. Pero los padres de familia -y los mismos alumnos, prisioneros en sus propios hogares- desean la pronta reapertura de los planteles educativos. Cierto es que los niños y adolescentes son menos propensos a contraer el Covid 19 que nosotros. No obstante, pueden ser portadores del virus y llevarlo de las aulas a sus casas, causando daño a padres y abuelos, mucho más vulnerables.
El acelere de los dos gobernadores mencionados y de los legisladores dóciles a seguir cualquier sugerencia del máximo ejecutivo, así como la impaciencia de los padres de familia ansiosos por deshacerse de sus críos para encargárselos a la escuela son, sin duda, mentes de Neanderthales.
PREGUNTA para la mañanera, porque no me dejan entrar sin tapabocas: señor presidente, con todo respeto: ¿no se da cuenta de que nosotros sí nos damos cuenta de la manga ancha que tiene en la mañanera para sus paleros y la poca oportunidad que se da a reporteros de a deveras que sí hacen preguntas?
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