Por Obed Campos.
Ayer jueves 18 marzo se cumplieron 12 días sin que los candidatos de Morena a alcaldías y diputaciones locales, además de Luis Donaldo Colosio Riojas, a la alcaldía de Monterrey, consiguieran el registro oficial de sus aspiraciones en Nuevo León.
La Comisión Estatal Electoral que encabeza Mario Alberto Garza Castillo, no les ha permitido iniciar sus campañas, pero no ha revelado cuáles son las excusas reales de esta detención.
Pero conociendo algo de los orígenes del presidente de la Comisión Estatal Electoral, resulta que el buen ciudadano Garza Castillo es un reconocido medinista de toda la vida, por su cercanía con el ex gobernador apestado de Nuevo León, Rodrigo Medina de la Cruz.
Los maloras que ven complots hasta en la sopa creen que los medinistas, ahora en campaña, no quieren tener contrincantes que les hagan ruido y mucho menos la posibilidad de que Morena les dé pelea por algún lado.
Todo esto nos lleva a pensar que los odios siguen dándose de manera directa e indirecta. Ya imaginamos que el gobernador actual Jaime Rodríguez, quien jamás de los jamases apoyaría a que llegara a Adrián de la Garza al gobierno del estado de Nuevo León, y todo por qué, por el odio que le guarda Rodrigo Medina, quien no puede olvidar ese día de principios del año 2017, en el qué estrenó uniforme color zanahoria y le tomaron fotos para llenar su ficha como indiciado (repartida luego en redes sociales) en el ahora desaparecido Penal del Topo Chico.
Medina fue exhibido como el peor de los criminales, y esto dejó una honda huella en su familia, que pudo acoplarse, o se trepó más bien, entre las altas sociedades del estado de Nuevo León para luego caer derrumbado por completo con esa imagen de un gobernador corrupto.
De esta manera vamos viendo que Jaime Rodríguez no querrá por ningún motivó que llegara Adrián de la Garza a la gubernatura, porque con él, supuestamente, sería el regreso de Medina quien también supuestamente perseguiría a Jaime, una persecución con tintes de alta venganza.
Esos odios siguen todavía haciendo mucho ruido en el estado de Nuevo León entre priistas del grupo de Abel Guerra y su esposa, la candidata de Morena Clara Luz Flores odiando a Medina, y la supuesta gente de Rodrigo odiando a la gente de Abel y Clara.
Una lucha de odios, como dirían los cronistas de la lucha libre, es una guerra sin cuartel, pero también hay otra guerra de odios, la de Samuel García hacia lo que Jaime Rodríguez representó los últimos años y que, para él, para Samuel, fue una lucha encarnizada.
Pero entre tantos humos de odios que dejan estas batallas por todos lados, casi nadie se ha fijado en una figura: “Calladito calladito, el azul se ve más bonito” Y si todo puede pasar en una campaña política, tanto pudo pasar en Nuevo León, que ganó Jaime Rodríguez, a estas alturas del partido cualquiera puede ganar.
Eventualmente los analistas apuntan a que esta lucha en lugar de entre dos contrincantes se pueden ir a tres y Samuel García, como ya se ha mencionado anteriormente, puede ser el fiel de la balanza regresando de todos sus seguidores panistas, que se llevó con él en sus anteriores campañas, a que regresen a votar por Frenando Larrazabal. Pero la historia todavía no se ha acabado, y los odios, en vez de sofocarse, van a agarrar más vuelo en el estado.