Por Carlos Chavarría.
Es muy difícil ser comprendido cuando todo se maneja con medias verdades o francas mentiras. Bajo las mismas aseveraciones acusatorias, pero sin exhibir documentos verificables que las avalen, y usando los mismos manidos argumentos de siempre referentes a soberanía, explotación, dependencias tecnológicas, etc.
Poner a todos los que no piensan igual que el oficialismo, en el lado de la traición y enemigos de la patria, es buscarle tres pies al gato, cuando no existen evidencias concretas, excepto el juicio condenatorio lanzado desde la más alta esfera del poder público en nuestro país.
La desesperación que muestran el director general de CFE, Manuel Bartlett y el propio presidente para sacar adelante su contrareforma a la industria eléctrica no es sino un intento por pasarle más recursos CFE que de tener éxito los pondrá en peor situación de la que ya están, al entrar en conflicto con tantos afectados, pero además, darle más recursos a esa empresa no es sino hacer el hoyo más grande pues nunca serán capaces de hacer la enorme reingeniería que necesitaría para volver al equilibrio en sus resultados.
Hace pocos días el presidente abrió la posibilidad de un debate con los afectados por la propuesta del gobierno so pena de usar todo el poder presidencial para “convencerlos” de otra manera. Lo hizo aconsejado por una persona de CFE que estaría con la camiseta de la empresa en dicho debate para “desenmascarar” a los ventajosos y abusivos que se estuviesen beneficiando indebidamente del estado actual de las cosas.
No es un problema de debate, las leyes no son sujetas de debate cada vez que se aplican. Si existe alguna deficiencia en las leyes que causare más costos que beneficios a México (no a la CFE), por supuesto que debe promoverse alguna modificación para evitarlo, pero si sólo es la ignorancia de los directivos actuales de la empresa lo que inspira esta lucha frontal contra la realidad, bien haría el presidente en consultar a más expertos del país antes de sacrificarse por quién sabe qué razones por Bartlett.
No olvidemos que Bartlett proviene y abreva de una época donde al presidente y al gobierno, por principio doctrinario, nadie podía cuestionarlo, y si era necesario matar a mexicanos para “salvar” a México, ¡pues a matarlos!
Al presidente se le dificulta el uso de una palabra que está presente en todo conflicto de intereses: negociación. Cosa rara siendo la negociación la columna vertebral de la política en general y de la vida humana en sociedad en cualquier actividad.
Él podrá usar todo el poder represivo del estado contra el que desee y aun así ganando perdería pues aislaría a nuestro país, porque México no es el único lugar del mundo donde se puede invertir para ganar, y vaya que requerimos de más inversión de fuentes diversas porque el estado ya no tiene recursos gracias a organismos como CFE y PEMEX.
Tampoco sirve modificar las leyes para sacar adelante su punto, además de ser anti jurídico. La alteración constante de las leyes desactiva la jurisprudencia. La elimina de facto.
El control y equilibrio que podría aportar al sistema jurídico La Suprema Corte se pierde, por lo que el legislativo, y el Gobierno, se encuentran un poco menos controlados.
Este aumento de poder por parte del que ya tiene mucho no es nada deseable, la seguridad jurídica y el Estado de Derecho son instituciones sofisticadas, productos de delicados equilibrios fácilmente alterables.
Cuando la realidad es apabullante, ¡es mejor negociar!