Por Francisco Tijerina Elguezabal.
“Son tan insípidos y tan inocuos,
que me resultan totalmente inclusive”
Yomero
Y cuando las circunstancias exigían campañas políticas diferentes, plenas de creatividad e ingenio, de arrojo y persuasión, los candidatos, sus partidos y asesores no sólo se conformaron, sino que se empecinaron en hacer lo mismo de siempre y cuando fue posible en hacerlo con mayor enjundia.
De todas, por su relevancia, se medio salva la campaña por la gubernatura y no por los contenidos de los contendientes, sino por el show entre encuestas que ya nadie cree y acusaciones, porque si nos remitimos a la parte seria, son la mar de aburridas.
Puedo apostar doble contra sencillo que si usted sale a la calle y le pide a cualquiera que le diga los nombres de todos los contendientes, nadie atinará a completarlos; difícilmente puedes nombrar los nombres de las coaliciones que conformaron, de manera que nadie es capaz de recordar un slogan, un jingle o una promesa de alguno de los candidatos.
Y si eso ocurre con la más importante, del resto no quiero ni pensar.
La de Monterrey, que debería captar también un buen nivel de atención, anda por ahí, con más pena que gloria, sin la mayor penetración, sin que ninguno destaque del resto, sin poder introducirse en la mente de los electores.
De las contiendas por las diputaciones locales y federales mejor ni hablamos; están todos, todos, en la calle. Sin contenido, sin gracia, sin chiste, sin nada de nada.
Cuando tenían la oportunidad y obligación de hacer las cosas de una manera diferente, se esmeraron en hacerlas mucho peor que antes, apegados a la inercia, sin abandonar los patrones clásicos, pero con el agravante de que, apegados a los tiempos que nos toca vivir, terminaron con versiones “light”, descafeinadas y con cero calorías de lo que debería ser una campaña política.
No convocan, no inspiran, no despiertan interés; les hace falta carisma, liderazgo, pero sobre todo ideas y propuestas frescas planteadas de una manera original, no las frases hechas y los clichés de toda la vida.
No se extrañen si el abstencionismo se adueña de los próximos comicios.
Por cierto, ¿quiénes serían los más beneficiados en caso de que esto suceda?