Por Félix Cortés Camarillo.
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Lo mejor que tienen las campañas electorales en nuestro país es que tiene fecha de caducidad. Quiero creer que en un par de días terminará el martirio de los millares de anuncios en radio y televisión que nos han estado abrumando por semanas y que las entrevistas en los programas informativos, que simulan tener toda la apariencia de charlas de interés periodístico desaparecerán por una temporada.
Supongo que el mismo destino tendrán las desinteresadas, objetivas, científicamente formuladas encuestas de preferencias electorales que pasarán a su receso correspondiente. En la contaminación visual que padecemos en todas nuestras avenidas y en cada uno de los cruceros con los rostros magnificados de quienes afortunadamente no volveremos a ver en años. acompañadas de frases tan sosas y manoseadas como las que se refieren al cambio, que se agradecería si por lo menos fuera de guardarropa.
Independientemente del resultado de los comicios, es inevitable una transformación esencial a los sistemas y procedimientos de las elecciones en nuestro país, especialmente por el elevado costo que en México tienen los votos.
La democracia no es gratuita; alguien tiene que cubrir sus costos de organización, vigilancia, ejecución y puesta en práctica. Hay dos sistemas para llevar esto a cabo, y ambos son hipócritas.
En la más cacareada democracia del planeta, que son los Estados Unidos, el financiamiento de las campañas es pagado por todos aquellos que tienen recursos y pueden esperar obtener algún beneficio a cambio por parte de los competidores en la justa, cuando se hagan del poder. Los donativos a las campañas tienen sus explícitos límites en términos de monto y origen, pero siempre existen atajos que permiten aportaciones que van por debajo de la mesa.
Lo mismo pasa en México. Contratistas, empresarios, medios de difusión, líderes de organizaciones civiles y todo aquel que tenga dinero y ambición de multiplicarlo hacen sus aportaciones en efectivo o en especie a cambio de la implícita promesa que le hicieron a Macbeth: tú serás rey.
Pero hay una porción de estos dineros que es aportada por todos nosotros, los que no vamos a recibir privilegios ni prebendas de aquellos que tuvieron nuestra involuntaria cooperación y que va en la forma de los subsidios que todos los partidos, por el sólo hecho de ser reconocidos así, reciben del erario nacional.
México requiere tres reformas de mayor envergadura. La constitucional, que dote a los mexicanos de un breve, claro, indudable y preciso prontuario de derechos y obligaciones individuales y colectivas; la electoral, que le dé a los procesos electorales la transparencia, efectividad y control de los dineros que maneja, y la fiscal en donde no se castigue al trabajo y la inversión, desalentándolos, sino al consumo, abandonando la falacia de que no tenemos que pagar el IVA en alimentos y medicinas.
Tal vez el período de los festejos y las quejas, que siempre siguen a las elecciones, sea la ocasión oportuna para reformar el sistema electoral mexicano.
CANTALETA (HASTA EL 6 DE JUNIO): Dice Catón, y yo coincido con Armando Fuentes Aguirre: «un voto por Morena es un voto contra México». Esas dos enormes minorías despreciadas en nuestro país, las mujeres y los jóvenes tienen la obligación de ir a votar, para darnos a los otros una lección de ciudadanía con su nuevo voto.
Por quien les dé la gana, menos por la indiferencia.