Por Félix Cortés Camarillo.
tú tienes cara de pirulí…
tú me tienes que creer a mí.
Consuelo Velázquez, Yo te lo juro que yo no fui.
Lo más horrible que le puede pasar a este país es que la inquietud sobre las causas y culpables del «incidente» de la línea 12 del metro capitalino quede en una mera sospecha compartida. Una sospecha que invariablemente involucra a dos de los más destacados elementos del gabinete presidencial, y señalados como favoritos para sucederlo en el puesto, caso de que lo deje libre.
Claudia Sheinbaum es la gobernadora de la capital del país. Marcelo Ebrard no sólo es el canciller de la República; es también un ajonjolí de todos los moles, encargado lo mismo de conseguir camiones pipa de procedencia nunca aclarada para traer gasolina a un país sin combustibles o negociar el pronto abasto de vacunas para la pandemia.
Curiosamente, ambos están vinculados por la tragedia del desplome del tren maravilla que Ebrard mandó hacer y Sheinbaum tenía que dar mantenimiento, y desde luego procurar justicia para la treintena de muertos en el desplome del tren.
Hubo de venir, a un costo que no se ha dado a conocer -ni se dará- una empresa noruega para decirnos lo que todos los mexicanos sabíamos: el tren de la línea 12 se desplomó porque estaba mal hecho. Tenía fallas estructurales desde su diseño que Ebrard ordenó y Mario Delgado -el operador de una cosa que se llama partido Morena- financió con fondos públicos hasta su ejecución sobre rieles inciertos, cementos falseados, pernos inexistentes y supervisión nula. Un tren que se inauguró a toda prisa porque su patrocinador principal tenía urgencia de llegar a la silla que hoy ocupa Andrés Manuel López Obrador.
Hay algo peor que todo en esta historia. Los chivos expiatorios. El maistro de obras que embarró la mezcla en la trabe maldita y muchas otras. Los albañiles y sus mediacucharas. Todos, menos los verdaderamente responsables, que serán defendidos a ultranza por el presidente López en sus sermones matutinos.
No hay vergüenza. Ni lugar donde ocultarla.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Señor Presidente, yo sé que a usted no le interesan los deportes fifís, como el golf o el tenis; solamente los del pueblo noble como el baseball. No obstante, le sugiero un tema para la mañanera del lunes, después de premiar al Dr. Muerte e informarnos qué barata está la gasolina, el huevo, la papa, el aguacate, la cebolla, el tomate y otras babosadas que no nos importan.
A’i le va: Roland Garros sin Nadal no fue Roland Garros. Wimbledon sin el zurdo, no será Wimbledon.
Pídale al ganador de la línea 12 del Metro que le traduzca.