Por Félix Cortés Camarillo.
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Yo nunca pensé que el presidente López iba a afectar de tal manera mi vida, conducta, condición de salud y de economía familiar como lo ha hecho, aunque no sea estrictamente su culpa; en el imaginario, tuve que haberlo considerado.
Lo que nunca pasó por mi cabeza es que Andrés Manuel López Obrador iba a trastocar igualmente mis hábitos culinarios y de mesa, que para mí son sagrados. La cuarta simulación vino a descarrilar el menú de mi mediodía carnívoro.
Desde que me conozco, que hace ya tiempo, me considero de clase media. Mi origen es modesto, mi padre me enseñó a trabajar para mejorar mi condición, me apoyó para que aspirara a un mundo mejor, y soñara con tener mejor vida que la de él. Casa mejor, ropa mejorcita, cuando había para los Canadá, zapatos nuevos, en abonos un traje, y cuando se pudiera un carrito. Todo eso es lo que no le gusta al presidente López y que él identifica con el egoísmo trepador, insensible y carente de solidaridad.
Por eso el émulo del doctor Frankenstein acaba de anunciar su proyecto de crear en su laboratorio una nueva clase media, diferente, solidaria, caritativa y sin aspiraciones de progreso.
Ahí se me patinó el chicle.
Pero estaba yo hablando de mi comida. Norteño carnívoro, siempre pido la carne término medio crudo: nada que ver con los hábitos alcohólicos de la res, por lo que los gringos le llaman medium rare. A mi hija Renata, le gusta término medio, y a mi mujer término INFONAVIT : pequeñito y tres cuartos.
Hasta ahí todo bien en la mesa. Pero el asunto es en la ubicación social y política; y de ahí viene la inquietud que me deja Palacio Nacional y su monólogo catequista.
¿Qué venimos siendo? ¿Quién soy yo en la escala política del presidente López? ¿A cuál de las clases medias me inscribo?
Si soy media-media no le voy a sacar todo el sabor a la carne y ahí me quedo. Si soy media-tres cuartos consigo puntos en mi matrimonio porque mejoraré en ambiciones, y no hay señora que no quiera ir de compras. Si me bajo a un cuarto de media, el filete me va a encantar, pero no voy a llegar al postre porque no nos va a alcanzar el presupuesto.
Lo que me aterra es que me diga don Federico, el capitán en Las Pampas, que en las carnes hay un término mediocre. Que no es carne ni pescado.
Creo que le voy a hacer caso a Bertha y a probar vegano.
PILÓN: Ahora resulta que los que no se animaron a votar el seis de junio en favor de una democracia más sólida, andan con el Jesús en la boca porque, en un descuido, la Selección Mexicana de Futbol queda fuera de la Copa Mundial por la persistencia de ese grito homofóbico que precede generalmente desde las tribunas el tiro de despeje de un portero contrario. Qué mala memoria tienen. Hace muchos años el popular grupo rockero (?) Molotov popularizó una rola cuyo retintín decía, con todo respeto a la corrección moral de este periódico: «que no te haga bobo Jacobo, que no te haga bruto este puto». Hay una rola más conocida y repetida del grupo, que menciona la hoy tan ofensiva palabra -además del título- cuarenta veces. Sin encore.
Cultura popular, sin duda.