POR FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
«Primero tenemos que garantizar el regreso a clases antes que el desorden la fiesta y el desmadre» dijo el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro, que sí reconoce -a diferencia de las autoridades del centro de la Federación- la seriedad de la ene ola de contagios por la Pandemia. «Llueva, truene o relampaguee» el ciclo escolar presencial en México dará comienzo a finales de agosto, dijo en Veracruz el otro día el presidente López.
Entre esas dos posiciones antípodas se debate el futuro de nuestros hijos pupilos, adolescentes y jóvenes, porque además de esa draconiana resolución de López Obrador hizo añadir otra «científica» opinión en voz de su muñeco de ventrílocuo López Gatell: no hay evidencia científica de que se deba vacunar a los menores de 18 años.
Pero no se trata solamente de nuestros hijos y nietos. No todos los mayores mexicanos estamos plenamenta vacunados. Las mentirosas cifras que maneja el gobierno afirman que el 30 por ciento de los mexicanos mayores de 18 ya están vacunados; tramposamente añaden que «al menos con una de las dosis requeridas».
Eso quiere decir, en otras palabras, que los de la juventud acumulada que no están plenamente inoculados, pueden recibir el virus maldito de sus hijos o nietos que vayan lo mismo a un antro que a una escuela primaria. Y eventualmente morir.
La disparidad de las posturas del presidente López y el gobernador Alfaro es más profunda. El gobernador de Jalisco está adoptando las muy elogiadas -y muy criticadas- medidas de restricción que el presidente Macron de Francia impuso: más y más impedimentos al libre tránsito, a los libres horarios de sitios públicos, de reuniones sociales y de ausencia de cubrebocas.
El presidente López, fiel a su ideario de que la fuerza del pueblo y los escapularios lo protegen, públicamente se opone a que el estado le ponga limitaciones mayores a sus ciudadanos. Siguiendo sus convicciones de que el pueblo bueno se porta bien, se opone a que las vacunas sean obligatorias, medida que en muchos países están imponiendo a los empleados públicos para ir al trabajo, o a que se restrinjan las reuniones sociales y las pedas tan gratas a los mexicanos.
El gobernador de Veracruz, Cuihtláhuac García, dócil seguidor del mandato presidencial, se apresuró a afirmar, barbero él, que en su estado las clases van a huevo en agosto.
Lo cual me dice claramente que hay de gobernadores a gobernadores. Y que gracias al presidente López el país está cada vez más dividido en asuntos tan esenciales como las que causan cada día -el martes- 800 muertos por la pandemia, y creciendo.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): con todo respeto, señor presidente, algo anda mal con la comunicación de su gobierno. De otra manera no entiendo que su oficina de prensa primero diga que su visita a Badiraguato, la tierra del Chapo Guzmán y su mamá, será sin prensa, para luego recular. O la declaración del almirante secretario de Marina de que no hay funcionarios honestos en nuestro país, o las disparatadas denuncias de quién es quién en las mentiras de los medios cada miércoles. No lo puedo entender.
Salvo que, como dice el populacho, ¿no se mueve la hoja de un árbol sin el consentimiento del Señor?
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