Por Erika González Ehrlich
La consolidación de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y del Caribe, como bloque político y económico unificado, que se concretó en la 6ª cumbre realizada en la Ciudad de México el sábado pasado, modifica el tablero del juego geopolítico en el planeta.
Sin duda desplaza a la OEA como escenario de negociación útil a los Estados Unidos para depredar y dominar a los países de la región a su antojo, estableciendo un nuevo balance de fuerzas en la región americana, que a través de la CELAC le permite jugar en distintas canchas de la economía mundial.
En esta cumbre no solamente se presentaron resultados concretos del trabajo que consolidó a este bloque regional, así como una declaración que lo integra alrededor de principios claros de actuación, sino que su formación en estos términos fue apoyada con la presencia y motivación de las instancias más altas de la Unión Europea, de la Organización de Naciones Unidas y de China.
En una serie de movimientos dignos de una partida de ajedrez, se integró la región dejando fuera a Estados Unidos y Canadá que forman parte de otra región vecina, pero con agenda e intereses propios que no contemplan ni el potencial de Latinoamérica y el Caribe, ni sus necesidades, desplazando a la Organización de Estados Americanos como instancia principal de negociación, tradicionalmente orientada a privilegiar el saqueo, la injerencia y la colonización a favor fundamentalmente de los intereses de los Estados Unidos.
En otro movimiento estratégico se logró la presencia del presidente del Consejo Europeo y del secretario general de Naciones Unidas, que aplaudieron y apoyaron la creación de este bloque regional como nuevo jugador en el concierto geopolítico del planeta.
En otro más se consiguió la participación del presidente de China, manifestando su voluntad para colaborar con la región en el plano económico y comercial, abriendo el juego hacia otros polos de desarrollo distintos a los que puede representar Norteamérica, que están listos para que comience el baile.
La ubicación natural de la región la coloca como el socio perfecto para que Norteamérica aproveche su potencial, pero ahora en condiciones distintas a las que podía imponer a cada país independientemente de los demás. La unión no solamente hace la fuerza, también alimenta el respeto.
La región integrada en el CELAC genera el 8% del Producto Interno Bruto Mundial, lo mismo con lo que contribuye el Sur de Asia, superior al que producen el Medio Oriente y África del Norte juntos, más del doble de lo que generan los países de África al Sur del Sahara.
Su población es casi el 9% del total de los habitantes del planeta, sus reservas petroleras son las segundas del mundo y sus recursos naturales en reservas forestales, de litio y de agua dulce son las más grandes del orbe.
En este nuevo escenario el papel de México se torna fundamental, útil y afortunado, porque es el único de los 33 países miembros de la CELAC, que también es miembro del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica y el principal socio comercial de los Estados Unidos, lo que le permite ser un eslabón que puede representar al otro bloque comercial en ambos foros y actuar operativamente en beneficio de todos los países del continente, independientemente de en qué bloque regional se encuentren integrados.
Hoy el juego cambió; los países de Latinoamérica y el Caribe ya juegan como equipo.
Como dice Reid Hoffman, empresario estadounidense fundador de Linkedin: “No importa cuán brillante sea tu estrategia, si estás jugando un juego en solitario, siempre perderás ante un equipo”.