Por Félix Cortés Camarillo
Siempre he sostenido que la cultura de un pueblo no se mide por la cantidad de sinfonías, grandes novelas, pinturas memorables o prodigios escultóricos se hayan realizado en su tiempo y sitio. Tampoco por las joyas arqueológicas acumuladas durante siglos y que hoy nos asombran.
La cultura de un pueblo debe medirse a partir de la atención que dedica, y del cuidado que otorga a los dos extremos de su escala poblacional, los dos sectores más desprotegidos: sus niños y sus viejos. Y en ambos campos, nuestro país y sus gobiernos sucesivos y variados ha quedado a deber.
Recientemente ha regresado a los titulares de los periódicos el caso desvelado por la novela de Lydia Cacho Los demonios del Edén. Ahí se puso en evidencia una red ubicada en Cancún de pornografía infantil y corrupción de menores, encabezada por el empresario del turismo Jean Succar Kuri y el llamado rey de la mezclilla, el textilero Kamel Nacif, que aún se encuentra prófugo. Ellos habrían gozado de la complicidad y protección de los ex gobernadores Mario Marin de Puebla -hoy reo- y Miguel Ángel Yunes de Veracruz.
La supuesta sentencia de 113 años en contra del señor Succar Kuri pudo haber mandado un mensaje alentador en el tema de la persecución de los delitos en contra de los niños, específicamente en el terreno de su sexualidad. No hay tal voluntad en la administración presente del país, como no las hubo en las anteriores, por atender a los niños. En cualquier campo.
Hace unos días el presidente López ordenó a los titulares de todo su gabinete que se apersonaran en Chilpancingo para convalidar la elección a la gubernatura de Guerrero de la hija de Félix Salgado Macedonio, notorio cacique y amigo selecto del presidente López. No solamente asistir, sino hacer compromiso público y explícito de programas de apoyo para el estado de Guerrero y su gobernadora.
Qué bueno y plausible que el gobierno federal tome en cuenta a uno de los estados más empobrecidos, violentos y desatendidos del país. Pero, cuando le pidieron al presidente López en su gira por Guerrero un pronunciamiento sobre la venta de niñas y adolescentes con propósito de matrimonio por capital, que se practica ampliamente en la serranía guerrerense, el presidente simplemente dijo que él no había ido a ver eso.
No sólo eso: agregó que si esas prácticas suceden al amparo de los usos y costumbres que imperan desde siglos en esa zona, el fenómeno era una excepción y no una regla de conducta. Uno solo de esos casos, así fuera la excepción sería motivo suficiente para actos de gobierno y justicia. Pero hay demasiados. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice el adagio. En realidad, no hay peor ciego que el que no ve y no siente vergüenza por su ceguera voluntaria y conveniente para un proyecto político.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): con todo respeto, señor presidente, usted no va a pasar a la historia como un presidente mediocre. Mediocre quiere decir de poco mérito, tirando a malo: que no tiene un talento especial o no tiene suficiente capacidad para la actividad que realiza. Usted ya está en la historia de México como un presidente mentiroso, demagogo, embustero, falto de palabra, vengativo, intolerante y dictatorial, pero no mediocre. Para todo ello se necesita un talento especial. Es cierto que palabra similar a mediocre es medio, regular, virtudes que usted ha querido vendernos a los mexicanos.
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